Euskal Herria tiene, potencialmente, una capacidad envidiable de hacer test PCR para detectar nuevos casos de coronavirus. Pero no la está usando, sobre todo en lo que respecta a la CAV, donde la creciente cantidad de pruebas realizadas no está sirviendo para detectar más casos activos. Si esto fuera porque, sencillamente, ya no hay apenas casos entre nosotros, sería una gran noticia, pero los datos de nuevas hospitalizaciones no acompañan esta afirmación.

La evolución general de la epidemia es positiva, gracias sobre todo a la responsabilidad de la gente y al trabajo de los profesionales de la salud. Sin embargo, los datos indican que los casos que se detectan son sobre todo aquellos que requieren ser hospitalizados, los más graves. Así, podrían estar quedando fuera del radar casos con síntomas leves o asintomáticos, piezas cruciales en la expansión. El debate científico no está centrado ya en si habrá o no una segunda ola, sino en cuándo ocurrirá, por lo que ser capaces de testar masivamente, rastrear los casos y aislarlos reviste una importancia colosal. Nos jugamos salvar vidas y limitar la incidencia de un confinamiento generalizado.

Una estrategia de testado eficaz no pasa por la universalización de PCR a toda la población, sino por la combinación de los distintos test disponibles. Pero los PCR son cruciales para rastrear casos y controlar grupos de riesgo. Ahí están las bases para una estrategia de testado efectiva y factible. Las cifras de hospitalizaciones sugieren que hay más casos de los que se detectan, y solo en la CAV podrían hacerse 10.000 pruebas al día para buscarlos precozmente. Pero la resistencia de Lakua y del PNV a incorporar a los laboratorios de la UPV-EHU y de los parques tecnológicos en el diagnóstico clínico está siendo numantina. Siguen sin explicar lo que a todas luces es una decisión política. Una estrategia de testado eficaz también debería ser una estrategia transparente, que explique a quién y por qué se le hace un test. Y también por qué no se le hace.