Presión social basada en mínimos éticos

La decisión de Sidenor de suspender sus relaciones comerciales con Israel es una buena noticia porque significa que no continuará vendiendo acero a una de las principales empresas fabricantes de armas de ese país y abastecedora de su Ejército. La siderúrgica vasca afirma haber tomado esa decisión tras la suspensión del contrato de ventas a Israel por parte del Gobierno español, algo en lo que a su vez tuvo mucho que ver la presión social y de varios partidos políticos de los que depende. Pero también ha sido tomada tras la presión ejercida por la redoblada campaña de BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones a Israel) y los sindicatos ESK, ELA y LAB a las empresas y entidades que mantienen relaciones comerciales con instituciones y empresas israelíes.

Gracias a esa presión cada vez más empresas a nivel global han tomado la decisión correcta. Positiva en sí misma y también en tanto en cuanto demuestra que la presión social acaba surtiendo efecto. No todos ceden a ella, entre ellos algunas empresas vascas que dan por bueno trabajar con un Estado que impone un sistema de apartheid y ocupación ilegal y que está cometiendo un genocidio. En algunos casos se trata de empresas con las que cooperan las administraciones vascas, las cuales deben asumir la responsabilidad de no participar en negocios con Israel, pues por mucho que quienes los hacen afirmen que esos negocios no tienen nada que ver con las prácticas de ese Estado, son necesarios para llevarlas a cabo. Una responsabilidad que también consiste en advertir de que esas relaciones son contrarias, además de a la humanidad en cualquiera de sus acepciones, a la legislación internacional.

Las empresas miden su rentabilidad en términos de ingresos; sin embargo, si realmente, como a menudo afirman, pretenden aportar al bienestar de la sociedad en la que se desarrollan, deberían compartir sus valores, lo cual redundaría en su prestigio social. Algunos han rectificado, pero otros se resisten a la par que se alejan de esa sociedad que les exige algo tan elementalmente ético como es no colaborar con un régimen que con su práctica condiciona cualquier tipo de relación, sea comercial o de cualquier otra índole.

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