Se debe y se puede parar los pies a Israel

No hay mayor peligro para la paz en el mundo, ahora mismo, que el Estado de Israel gobernado por Benjamin Netanyahu. Al genocidio diario en la Franja de Gaza ayer sumó un ataque a gran escala contra la cúpula militar y las instalaciones nucleares iraníes, en lo que es una declaración de guerra en toda regla. ¿Qué opciones deja a Teherán que no sea la respuesta que ayer esbozó? Incluso con la Carta de las Naciones Unidas en la mano, el artículo 51 le permite responder a la agresión dentro de un derecho internacional que, por cierto, Israel no solo ignora, sino que boicotea activamente.

No es el escenario deseado. El empeño de la comunidad internacional debe ser poner los medios para evitarlo. Pero la única forma de frenar la escalada bélica en Oriente Medio es parar los pies a Israel. Se ha convertido en un imperativo ético, pero también práctico, porque si la impunidad persiste, las violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional por parte de Tel Aviv persistirán también.

Aunque comprensible, la impotencia y el fatalismo no son una opción. Se imponen análisis certeros y estrategias efectivas que permitan poner freno a los desmanes de Israel. La primera parte no es difícil. Un país de apenas 10 millones de habitantes solo puede poner en jaque a una región de más de 280 millones si cuenta con poderosos padrinos que, más allá de perdonarle los excesos, le financian los caprichos y garantizan su impunidad. Cabe recordar las palabras del relator especial de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos y Contraterrorismo, el australiano Ben Saul, que en diciembre del año pasado subrayó que el 99% del suministro de armas a Israel proviene de dos únicos países: EEUU y Alemania. «Podrían parar este conflicto de la noche a la mañana si paran las armas que matan a los palestinos», declaró sobre las matanzas en Gaza. El aislamiento de un régimen genocida y agresor y la presión sobre los países que lo sostienen marcan una hoja de ruta que no puede parar hasta meter en vereda a Tel Aviv y lograr un equilibrio que permita vivir en paz y con dignidad a todos los pueblos que habitan la región.

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