Un cambio político requiere de un mandato

Más allá de los intereses partidistas que hay detrás de la moción de censura de Podemos contra el Ejecutivo de Mariano Rajoy, a falta del efecto de cambiar de Gobierno, la maniobra tiene el valor de intentar cambiar el marco del debate político. Ante la imposibilidad de articular una alternativa al PP pero conscientes de su debilidad, se intenta establecer el terreno para lograr un mandato, una condición necesaria aunque no suficiente para lograr un cambio político.

Más allá de las miserias de los partidos de la oposición, las que llevaron primero al PSOE a hacer posible este Gobierno y más tarde al PNV a sostener a Rajoy, lo cierto es que las fuerzas que podían haber establecido una alternativa fueron a las elecciones disputándose los votos las unas a las otras, sin hacer al electorado una propuesta clara que dijese que, si existía alguna opción de desalojar al PP del poder, harían lo necesario porque esa era la prioridad democrática, que lo es. El acuerdo entre el PSOE y Ciudadanos fue una maniobra conservadora e inhibidora de otro tipo de escenarios. Visto en perspectiva, la quiebra interna del PSOE tampoco dejaba demasiado margen. Podemos, por su parte, cometió errores de cálculo. Para entonces el PNV ya había puesto en marcha otra calculadora, a pesar de que en el caso vasco el mandato de protegerse del PP había sido claro, transversal, hegemónico y pertinaz. A falta de bilateralidad, para los independentistas catalanes y vascos las Cortes son tácticas, lo que no es poco.

Esta moción de censura tiene un alto contenido simbólico. Se equivocan quienes la menosprecian por ello, porque la pugna es sobre lo que es democráticamente aceptable y no, en un Estado donde no solo la corrupción, también la tortura o la monarquía han sido asumidos como normalidad. Una pega es que los catalanes ya tienen un mandato democrático mejor. Urge articular uno vasco, vistas empíricamente las escasas opciones de cambiar el español.

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