Un problema endémico que exige medidas efectivas

La muerte ayer de dos trabajadores en accidente laboral en Olaberria y Turtzios vuelve a situarnos ante una realidad que requiere ser enfrentada con determinación, mirando más allá de la indignación surgida cuando siniestros así se convierten en noticia por un día. La tendencia a pensar que se trata de hechos puntuales o que la siniestralidad laboral es algo inevitable es un error que debe ser corregido como primer paso para evitar que hechos así se sigan repitiendo.

A la espera de conocer las circunstancias en las que se produjeron estos graves sucesos, lo cierto es que ya son 19 las personas que en 2015 han perdido la vida en sus puestos de trabajo en Euskal Herria. Una cifra a tomar en consideración con una visión más amplia que la que emana de la frialdad de los datos y que debe ser atendida desde la responsabilidad que exige tanto por instituciones como por empresas que son quienes, cada una desde su ámbito, deben velar por la seguridad de los trabajadores y trabajadoras. Prevenir los riesgos y garantizar la seguridad es un mandato de primer orden y no existe motivo económico que justifique su desatención. Por ello, establecer unas condiciones laborales dignas es igualmente un requisito fundamental que, desgraciadamente, está lejos de ser cumplido en muchos centros de trabajo.

La siniestralidad laboral no es una problemática nueva, de la misma manera que no lo son los tristes hechos registrados ayer, aunque es cierto que al amparo de la crisis se ha agravado la realidad de miles de trabajadores, quienes por miedo a perder su empleo o por la desesperación de conseguir uno se ven abocados a aceptar las condiciones más precarias, trabajando a destajo y, en muchos casos, sin las más mínimas garantías de seguridad. Es por ello que junto a las reivindicaciones surgidas ante las políticas de recorte y reformas impuestas, la de la seguridad laboral requiere una respuesta integral y medidas efectivas para que nadie vuelva dejarse la vida en su puesto de trabajo.

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