La aceleración de los acontecimientos en Catalunya no da segundo de descanso. Y la hiperactividad represiva de Madrid hace que se corra el riesgo de perder la perspectiva auténticamente histórica de lo que está pasando allá. Una noticia que no es de nivel estatal, sino europeo y mundial; y que no va de legalidades, sino de democracia. Aunque la mayoría de los titulares serán hoy de nuevo inevitablemente para los embates del Gobierno del PP y sus tentáculos judiciales, la noticia principal de este jueves es que arranca la campaña para el referéndum y que las instituciones catalanas y la mayoría ciudadana tienen la firme determinación de decidir el 1-0.

No será una campaña normal como aquella escocesa de hace ahora tres años que dio lugar a un debate vivo, sano, pacífico, enriquecedor. El anuncio de la citación judicial a más de 700 alcaldes decididos a poner las urnas (desde el PSC a la CUP) es el último episodio de sinrazón estatal y el eslabón máximo hasta ahora de una cadena de amenazas que anteayer tenía en la diana a la Policía y la televisión autonómicas. Como tales amenazas, no conviene magnificarlas hasta que se trasformen en hechos, pero tampoco minusvalorarlas, y menos aún desde Euskal Herria, donde se sabe por experiencia propia hasta dónde está dispuesto a llegar al Estado para trampear elecciones: ilegalizar candidaturas, encarcelar a políticos, inhabilitar a miles de personas, secuestrar papeletas, cargar contra actos políticos...

Los primeros actos de campaña esta tarde darán una pista más segura de qué grado de violencia está dispuesto a aplicar el Estado en una estrategia sin duda perdedora a corto o medio plazo. Pero la emergencia democrática no se queda en los márgenes de esas cuatro provincias, llega a toda Europa y –tanto por sus propios antecedentes como por lo que está en juego– muy especialmente a Euskal Herria. La manifestación del sábado en Bilbo es una excelente ocasión para que los demócratas vascos arropen a Catalunya y combatan a los demófobos de todas las partes.