Una conducta festiva responsable frente al virus

Cualquier otro año, la jornada de hoy sería un día para hacer balance sobre los sanfermines de Iruñea y, más en general, sobre el transcurso de las fiestas populares que se celebran a lo largo y ancho de toda Euskal Herria durante el verano. Sin embargo, este año, con todas las actividades festivas suspendidas, el balance inevitablemente pasa por otros derroteros.

La pandemia continúa presente y los brotes que se van detectando aquí y allá no hacen sino confirmar que el peligro de contagio persiste. Una situación que exige a la gente actuar con responsabilidad, respetando las medidas de protección y evitando situaciones que entrañen riesgo de contagio. Una actitud que resulta difícilmente compatible con el espíritu dionisíaco que suele acompañar a las fiestas estivales y que han motivado que se hayan suspendido los actos festivos. En general, la gente ha asumido la situación con madurez y se ha comportado con civismo y responsabilidad. Los eventos populares de otros años han sido sustituidos por reuniones privadas y, en el ámbito público, bares y locales de hostelería se han mantenido abiertos con límites y sin que haya habido grandes aglomeraciones. Ni en las calles ni en los bares se han producido desmadres reseñables, salvo muy contadas excepciones. Habrá quien apoyándose en esos casos aislados abogue por imponer mayores restricciones a los establecimientos hosteleros, pero añadir limitaciones a su actividad supondría, de facto, el cierre de esos lugares de ocio y, posiblemente, un mayor descontrol.

El virus sigue activo y, a pesar de todas las medidas que se han tomado, sigue contagiando, como lo atestiguan los al menos 23 casos de un almuerzo de sanfermines. Puede ocurrir y de lo que se trata es de minimizar los riesgos. Tal y como han discurrido las «no fiestas» hasta ahora, da la impresión de que la mayoría de la sociedad así lo ha entendido y está actuando con responsabilidad. Una actitud que demuestra madurez y merece reconocimiento.

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