Una (no) exhumación que refleja el estilo Sánchez

La exhumación de los restos del dictador  Francisco Franco del Valle de los Caídos fue el compromiso estrella de Pedro Sánchez a su inesperada llegada a La Moncloa. Suponía cumplir la insistente demanda de las víctimas del franquismo, poner fin a décadas de ignominia, acabar con una anomalía de nivel europeo y proyectar una señal simbólica potente que no se emitió en la transición.

Sin embargo, el anuncio no se acometió de entrada con la determinación con que actuó el Ayuntamiento de Iruñea para sacar del Monumento de los Caídos los restos de Sanjurjo y Mola, un caso prácticamente idéntico. Luego se dio por segura para fin de año, pero 2018 acabó sin novedades. Para entonces las derechas habían arrasado en Andalucía, lo que acentuó por un lado los titubeos del Gobierno Sánchez y movilizó por otro a instancias judiciales (como se vio también en Iruñea) siempre dispuestas a suplantar al poder ejecutivo en estos casos. Y de repente ayer, con las elecciones anticipadas y el inicio de campaña a apenas cuatro semanas vista, el Consejo de Ministros sacó de nuevo el conejo de la chistera y puso a la exhumación una fecha, 10 de junio, más que sospechosa.

Para entonces tanto las elecciones estatales como las forales y municipales se habrán resuelto. Es posible por tanto que el PSOE de Pedro Sánchez no esté en condiciones de cumplir su compromiso ni de hacerlo cumplir a un gobierno de derechas. Ciertamente, es posible también que se mantenga en La Moncloa, pero en ese caso hay motivos sobrados para dudar de que cumpla la misma palabra que ha dado durante todo este año sin acabar de materializar; no faltarán excusas para ello, bien sea en forma de rechazo de la familia, probables resoluciones judiciales contrarias o cuestiones de inconveniencia política.

En cualquiera de los dos escenarios, resulta bastante patético que un asunto con tal potencial político transformador haya acabado reducido a triquiñuela electoralista.

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