Ya existen mayorías para casi todas las cosas positivas

Ya existen mayorías para casi todas las cosas positivas La búsqueda de una mayoría absoluta en el Parlamento de Gasteiz que se reduzca al pacto entre PNV y PSE y anule otro tipo de mayorías potenciales expresa que a los dirigentes políticos la pluralidad de la sociedad vasca no les gusta tanto como suelen predicar. O al menos, que entre la gestión de la complejidad y el confort legislativo, prefieren lo segundo. En cierto sentido, es normal y legítimo.

Desde el principio, desde que perdieron el parlamentario que les hubiese dado esa mayoría tan golosa, el Gobierno de Iñigo Urkullu no ha asumido que estaba en minoría. Así, a pesar de que una oposición formada por EH Bildu, Elkarrekin Podemos y el PP no tenía fácil unirse, las dificultades de PNV y PSE para llegar a acuerdos con nadie que no sean ellos mismos han supuesto que la pasada legislatura sea la más pobre de la historia en este apartado: ha sacado adelante menos leyes que ningún otro ejecutivo en la historia de la CAV.

Teniendo en cuenta que la polarización es una de las tendencias globales más evidentes y peligrosas, alguien podría pensar que la pobreza legislativa se debe a que el Parlamento ha estado más polarizado que nunca y no ha existido voluntad de llegar a acuerdos. Nada más lejos de la realidad. Pero no solo por la evidencia de que este contexto histórico nada tiene que ver con las campañas condicionadas por la violencia política o con el que llevó a Patxi López a ser lehendakari gracias a la ilegalización de la izquierda abertzale. Había mucho margen para llegar a acuerdos, pero Iñigo Urkullu no ha querido. Y no solo por su obsesión contra EH Bildu. Hay que recordar que adelantó las elecciones a pesar de tener la oferta de Elkarrekin Podemos para acordar más leyes, inmediatamente después de haberle aprobado las cuentas públicas. La mano tendida de Lander Martínez se transformó en la de su despedida.

En definitiva, en clave parlamentaria resulta lógico que los partidos aspiren a tener una mayoría suficiente para no tener que estar permanentemente transaccionando o negociando. En Madrid se está viendo el coste político de esta situación, ayer mismo con el acuerdo entre el Gobierno de Pedro Sánchez y ERC para alargar el estado de alarma. Lo que no es lógico es que, teniendo mayorías suficientes en temas claves, tanto de gobernabilidad como estratégicos, no se haga el esfuerzo de articular esas mayorías. Desde políticas de protección social hasta la situación de los presos vascos, pasando por el autogobierno, en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa ha habido mayorías holgadas que se ha evitado activar. En la anterior legislatura no han faltado ni mayorías ni consensos, tal y como se puede comprobar en el resto de territorios del país. Y como se ha podido ver en los acuerdos que, cada uno por su lado pero dentro de un marco general común de defensa de los intereses de la ciudadanía vasca, se han dado en Madrid. Ha faltado liderazgo en aquellas instituciones en las que ha reinado el pacto entre PNV y PSE.

El objetivo de ese pacto se ha convertido en gran medida en mantener la inercia burocrática e hipotecar las alternativas de futuro. Claro que en este periodo han caído la sentencia por el caso De Miguel y la condena a los exdirigentes del PNV en Araba; el escándalo por las oposiciones de Osakidetza que obligó a dimitir a diferentes altos cargos y al final al consejero de Salud, Jon Darpón; y el derrumbe del vertedero de Zaldibar, con dos personas aún sepultadas entre los escombros, y que destapó un sinfín de irregularidades y una preocupante falta de humanidad por parte de los gobernantes.

El elemento común de todos estos casos es la red clientelar que engrasa esta forma de gobierno. Este esquema de reparto de dividendos entre afines dificulta otra forma de hacer política. Supone el pegamento del statu quo, un sistema que las personas honestas y de pensamiento avanzado de esas dos familias políticas critican en privado pero sostienen en público. Igual que respecto a la falta de liderazgo de Urkullu y el peligro que supone para su partido inhibir esas otras mayorías. Ahora mismo se ha visto: si se agota el depósito de la confianza con el PSOE y Podemos, y no se quiere hacer frente con EH Bildu, ¿qué le queda al PNV? ¿El PP?

El contexto electoral provoca que se reproduzcan los esquemas tradicionales, pero la crisis del coronavirus hace que los mismos queden obsoletos a toda velocidad. En Euskal Herria existen alternativas serias en ámbitos que van a ser social y económicamente relevantes en adelante. Es momento de articular esas mayorías con quienes quieran hablar de país y futuro.

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