Mertxe AIZPURUA

Las pistas horadan la polémica de la coexistencia en Aralar

Declarado Parque Natural y Espacio de Especial Conservación de la Red Natura 2000, el proyecto de pistas en la sierra de Aralar, promovido por la Diputación de Gipuzkoa y la Mancomunidad de Enirio-Aralar se mueve entre la consideración de medida necesaria para sus defensores y de aberración para sus detractores.

El debate viene de lejos y adquiere los vértices de un ángulo tan complejo como la coexistencia entre el hábitat natural y la intervención humana. La polémica sobre las pistas que se proyectan en la sierra de Aralar, alguna ya en construcción, nos sitúa en la diatriba del interés general y el interés particular; en el respeto y cumplimiento de todo lo que conlleva la declaración de Parque Natural para la zona y, a la vez, en el mantenimiento de unos usos ancestrales que son parte del acervo cultural.

Aunque el debate, prácticamente en los mismos términos, ya se suscitó en 2000 e incluso llegó a comisión parlamentaria en Gasteiz, la cuestión quedó zanjada hasta que recientemente, el pasado año, la Diputación de Gipuzkoa ha decidido activarla.

Toda la sierra de Aralar –una cordillera caliza compartida por Gipuzkoa y Nafarroa– está protegida como ZEC (Zona de Especial Conservación) y LIC (Lugar de Importancia Comunitaria) y la parte guipuzcoana goza, además, de la categoría de Parque Natural. Es en esta parte de los montes públicos de Aralar donde el pasado mes de noviembre la Mancomunidad comenzó ya a construir los primeros kilómetros de una de las tres pistas principales que contempla el proyecto.

Denuncia en los tribunales

Las obras de la pista a Saltarri han sido ya denunciadas ante la Fiscalía de Medio Ambiente de Gipuzkoa por su ilegalidad. En su denuncia, Eguzki y Landarlan señalan que la construcción de pistas en plena Red Natura 2000 contraviene toda la normativa urbanística y ambiental en vigor, así como la específica del Parque Natural. De hecho, el Plan de Ordenación de los Recursos Naturales (PORN) de Aralar prohíbe todo trabajo que suponga remoción del suelo en la zona.

La denuncia ecologista presentada ante los tribunales sostiene que las obras están causando un grave daño en los ecosistemas y hábitats de esta área protegida. Otra de las críticas generalizadas reside en que la evaluación de impacto del proyecto se ha realizado de forma simplificada cuando según el PORN debería hacerse con una evaluación de impacto ambiental.

Pastores, municipios y montañeros

Entre pastores y ganaderos, los usuarios productivos del parque son, al menos sobre el papel, 125 personas. Pastores que reclaman accesibilidad viaria a las bordas que utilizan de mayo a noviembre –hay 18.000 ovejas censadas en Aralar–, y propietarios de 1.000 vacas y yeguas que esgrimen la necesidad de las pistas para el transporte de los animales. Les apoyan los sindicatos EHNE y ENBA. Ambos arguyen el derecho a unas condiciones de vida y de trabajo dignas para quienes trabajan en Aralar.

Nueve de los quince municipios que forman la mancomunidad de Enirio-Aralar (Altzaga, Arama, Ataun, Abaltzisketa, Amezketa, Beasain, Gaintza, Lazkao y Ordizia) han dado su aprobación al plan autorizado por la Diputación de Gipuzkoa, mientras otros cinco (Baliarrain, Ikaztegieta, Legorreta, Itsasondo y Zaldibia) se han mostrado inicialmente en contra o, como en el caso de Orendain, no se han posicionado. Una palpable división de opiniones que no viene determinada por el color político de los consistorios tal y como demuestra que haya alcaldías de la misma formación, EHBildu, en ambos bloques diferenciados.

La práctica totalidad de organizaciones ecologistas y naturalistas del entorno ha explicitado su oposición rotunda a la construcción de nuevos caminos en el enclave natural, así como diferentes asociaciones y clubs de montaña de Gipuzkoa. Aralar, además de parque natural, es la zona montañera por antonomasia para miles de visitantes procedentes de Gipuzkoa y alrededores. Además del impacto paisajístico, se introduce también en el debate el relevante factor de que Aralar sea un monte público, por lo que se debe gestionar teniendo en cuenta los intereses de toda la ciudadanía. En este hecho incidió también el colectivo ecologista Landarlan, quiten critica que se margine de la decisión al extenso sector social que no forma parte del sector pastoril o ganadero.

Entre 15 y 25 kilómetros

La pista iniciada supone ahora un tramo de 1,5 kilómetros pero, según lo previsto, tendrá continuación en este 2017 y se prolongará en 4,4 kilómetros hasta llegar a Saltarri, ubicado en el corazón de Aralar y a una cota de 1.120 metros, algo calificado de «aberrante» por los grupos ecologistas. Basta recordar que la cima del Txindoki, monte emblemático de la sierra, tiene 1.346 metros.

La segunda pista prevista en la planificación unirá Igaratza con Ariñate y una tercera se contempla para el tramo Enirio-Doniturrieta-Igaratza. Posteriormente, estos tramos tendrían nuevas ramificaciones que tan solo se han esbozado hasta el momento.

En total, y aunque los trazados carecen de definición y proyectos definitivos, se calcula que este cruce de pistas se desplegará entre 15 y 25 kilómetros por toda la sierra de Aralar. Trazados que se unirían a los ya existentes y que suponen, por sí mismos, un exceso de urbanización respecto a lo que se estima como límite para un parque natural.

Medias verdades

Entre los defensores de la necesidad de construir las nuevas pistas se alude al mantenimiento del pastoreo de altura y al interés social en la pervivencia de un modelo tradicional que pasa por la dignificación del modo de vida de los pastores. Quienes no ven necesarias las pistas destacan que no todos los pastores viven arriba, que ni siquiera todos producen queso y que el daño de las pistas es mayor que un beneficio que, además, redundará no tanto en los pastores como en los ganaderos.

Así están las cosas en ese enclave con tanto poder de atracción en el imaginario vasco, en el necesario y preciso equilibrio entre el modelo de Parque Natural que debe proteger el entorno y el paisaje, y la adaptación a los tiempos actuales de una profesión que ya no es como era hace un siglo. Y donde, como en toda polémica polarizada que se precie, abundan las medidas verdades.

 

Aranzadi: «estas infraestructuras suponen un impacto grave, severo e irreversible»

«De impacto grave, severo e irreversible». Así valoraron representantes de la Sociedad de Ciencias Aranzadi las consecuencias que tendrán las pistas proyectadas en Aralar. Lo hicieron ayer, ante la comisión de Medio Ambiente de las Juntas Generales de Gipuzkoa en la que, a petición del ente foral, comparecieron el presidente de Aranzadi, Paco Etxeberria, el secretario Juantxo Agirre y el ingeniero agrónomo Marko Sierra.

Juantxo Agirre recordó a los presentes que Aralar es la principal reserva de agua de Gipuzkoa, «una esponja kárstica que suelta su agua a través de decenas y decenas de kilómetros», la zona montañosa de Euskal Herria que ha sido más estudiada y que dispone de una normativa concreta y detallada sobre cómo debe ser gestionada debido, precisamente, a su valor ecológico y paisajístico. «Por encima de todo –señaló– lo que Aralar nos da es agua» y declaró, taxativo, que «podemos utilizar el parque natural y la sierra pero sin perjudicar al medio natural». Los representantes de Aranzadi pusieron en valor los 70 años que esta entidad científica lleva en actividades para el estudio y preservación de la cultura del pastoreo de Aralar. Una empresa en la que fueron pioneros y sobre la que «nunca hemos tenido una visión sesgada» y que ha servido, entre otras cosas, para sensibilizar también a la sociedad y a las instituciones. Quizá por ello, Aranzadi, que ya en 2002 presentó su dictamen respecto al proyecto de pistas que ahora se ha retomado, mostró su sorpresa por el cambio en la posición de las instituciones. Agirre censuró que la Diputación rompa el espíritu de las leyes en vigor que protegen Aralar y criticó la interpretación forzada de la normativa para soslayar la obligación de un estudio de impacto ambiental antes de acometer obras como la de las pistas.

Respecto a la necesidad de proteger la actividad eonómica de los pastores, expuso la convicción de Aranzadi de que hay que optar por un modelo basado en lo ya existente. «Nos tenemos que adaptar nosotros al medio natural, no el medio a nosotros. Hay que cumplir la normativa y hay que buscar un equilibrio para la actividad pastoril y el medio». En este sentido, abogaron por controlar el sector, apoyarlo y buscar un futuro con modelos novedosos e imaginativos de gestión. Destacaron la evolución del mundo del pastoreo y su descenso continuado. Y dieron datos detallados hasta cifrar en 37 el número real de pastores en Aralar en la actualidad, 19 de los cuales estarían próximos a jubilarse. Los representantes de Aranzadi ven necesario un inventario real de este colectivo humano, que ahora identifica por igual a un productor de alta montaña, a quien ni siquiera produce o a ganaderos que tienen este negocio como actividad secundaria.

Las estadísticas demuestran la disminución del sector y «si valoramos la cantidad de dinero público que se está invirtiendo en él –indicó Juantxo Agirre– es señal de que algo está fallando». Revindicó que Aralar es más que ese sector –«es de toda la sociedad»–, alertó del cuidado al que obliga realizar inversiones públicas en el ámbito privado y, sobre todo, recomendó alejarse de las prisas. «Hay que hablar entre todos, reflexionar y buscar un modelo adecuado para salvar el futuro de los pastores de Aralar, no introducir excavadoras».

Paco Etxeberria apoyó que cada pastor tenga acceso a su chabola, negó que ello precise de una red de pistas transversal y puso sobre la mesa antecedentes de errores garrafales en la gestión. También lanzó unas cuantas preguntas que quedaron sin respuesta, como la razón por la que se plantean pistas a lugares donde no hay ninguna cabaña de pastor. M. AIZPURUA