Iñaki Vigor

La balsa de Ezkoriz, reducto salino del antiguo mar del Pirineo

Hace 40 millones de años Iruñerria era una zona deprimida, cubierta por el mar, que formaba un golfo abierto al océano Atlántico. La balsa de Ezkoriz, también conocida como balsa de Zolina, se construyó en los años 60 del pasado siglo para recoger las aguas procedentes de las explotaciones de potasa en Zubitza y Beriain. Se trata de las mismas sales del antiguo mar pirenaico, que quedaron depositadas en grandes cantidades cuando se retiraron las aguas.

Vista de la balsa de Ezkoriz. (FOTOGRAFÍAS: Iñaki VIGOR)
Vista de la balsa de Ezkoriz. (FOTOGRAFÍAS: Iñaki VIGOR)

La balsa de Ezkoriz está ubicada a unos siete kilómetros de Iruñea, entre  Eguesibar y Aranguren. Es un espacio de silencio, al que solo acuden paseantes, ciclistas en bici de montaña y aficionados a la observación de aves. Una amplia pista nos acerca desde Zolina hasta este escondido lugar, al que también se accede por un carretil que parte desde Badostain. En días claros, las colinas del entorno se reflejan en sus aguas, ofreciendo fotogénicas estampas.

En la orilla sur de la balsa, cerca de la pequeña y disimulada presa, un panel informativo nos sorprende con los datos referentes al antiguo mar pirenaico, cuando el clima era muy cálido y las costas del golfo marino albergaban espesos manglares, igual que el Caribe de nuestros días.

Debido al continuo aporte de sedimentos y a enormes presiones tectónicas, el antiguo mar comenzó a retirarse, dejando atrás pequeñas masas de agua con una elevada concentración de sal. Las calizas y las margas, tan típicas de Iruñerria, tienen su origen precisamente en los sedimentos depositados en el fondo del golfo pirenaico. Así lo explica el panel informativo, que recoge textos de la monografía titulada ‘Un homenaje al Mar Pirenaico en la balsa de Ezkoriz’. Su autor es Humberto Astibia, miembro del Departamento de Estratigrafía y Paleontología de la UPV, que ha escrito varios textos en torno a este enclave de interés paisajístico y patrimonial.

Este pequeño lago artificial, de apenas 110 hectáreas, fue creado por la empresa Potasas de Navarra para llevar hasta allí, a través de tuberías subterráneas, las aguas procedentes de las minas de Erreniega. El nivel del agua embalsada fluctúa a lo largo del año, alcanzando sus mínimos al final de la época veraniega.

El sustrato geológico de esta hondonada está formado por sedimentos margosos de origen marino, conocidos popularmente como tufas. Pertenecen a la formación geológica denominada precisamente Margas de Pamplona, y se remontan a la época del Eoceno medio, hace unos 40 millones de años. Los depósitos de rocas salinas, emergidos y profundamente modificados a lo largo del tiempo, constituyen la base geológica de este territorio.

«Sobre los niveles potásicos de Navarra –explica Humberto Astibia- se asientan capas de marga y piedra arenisca, registro geológico de antiguas playas, que en algunos lugares presentan superficies con huellas del oleaje y también pisadas fósiles de aves. De un modo análogo, en la balsa de Ezkoriz el vaivén del agua deja en las orillas las rítmicas señales del oleaje, como ocurría en las playas del Eoceno. Igualmente, numerosas aves acuáticas, tal vez descendientes de quienes millones de años atrás dejaron sus huellas, hoy fosilizadas, visitan y viven en la zona, volviendo a imprimir en el barro las delicadas marcas de sus patas».

Estas aves las podemos contemplar por medio de prismáticos desde las orillas de Ezkoriz, considerado el humedal más importante de Iruñerria junto a la balsa de Loza. Es un lugar de gran importancia para aves migratorias. Allí encuentran descanso más de una docena de especies, como charranes, espátulas, tarros blancos, zarapitos trinadores, correlimos, aviones zapadores, carricerines, chorlitejos, porrones europeos e incluso milanos negros y gaviotas. Casi en el centro de la balsa emerge un pequeño islote, en el que también se han llegado a ver alimoches.

Sobre ese mismo barro de Ezkoriz –prosigue Astibia- se desarrollan mucílagos coloreados de algas microscópicas que nos transportan a remotísimos escenarios del alba de la vida sobre la Tierra. «Ezkoriz es una metáfora del mar oceánico, con procesos y escenas que se repiten a lo largo de un tiempo cíclico y casi eterno», resume este experto.

Consciente de la importancia de este humedal, el Ayuntamiento de Eguesibar ya ha iniciado los trámites para llevar a cabo una recuperación ambiental de todo el entorno.

La promesa-trampa de Barcina
Curiosamente, en enero de 1999 Yolanda Barcina dio una rueda de prensa para presentar lo que ella misma denominó, pomposamente, el proyecto de ‘Ciudad bioclimática de Zolina’. Barcina era entonces consejera de Medio Ambiente del Gobierno de Nafarroa, presidido por Miguel Sanz. Los periodistas que cubrimos aquella rueda de prensa dedicamos un amplio espacio a aquella ‘noticia’, que tuvo tratamiento destacado en los medios de comunicación.

La consejera de Medio Ambiente aseguró entonces que el Gobierno de Sanz había aprobado un ambicioso plan para construir 950 viviendas bioclimáticas de protección oficial. Este plan preveía aglutinar una inversión de 38.000 millones de pesetas (todavía no había euros) en el periodo 1999-2002, de los que 25.000 millones de pesetas se iban a destinar a Zolina.

Barcina aseguró que se iba a resecar la actual balsa de Ezkoriz para transformarla en un hermoso lago de agua dulce rodeado de zonas verdes y arbolitos. Mostró planos y dibujos de las 950 casitas bioclimáticas que se iban a levantar en torno al lago, todas ellas «autosuficientes energéticamente». También dijo que los nuevos edificios se construirían con materiales inocuos para la salud, que se utilizarían al máximo las energías renovables y se propiciaría el ahorro energético y la limitación de la emisión de residuos.

Cinco meses después de aquella rueda de prensa hubo elecciones municipales y Barcina pasó de ser consejera de Medio Ambiente a alcaldesa de Iruñea. Nunca llegó a explicar por qué no se ejecutó el proyecto de Zolina ni a qué se destinaron los 25.000 millones de pesetas que anunció para aquella ‘Ciudad bioclimática’.