NAIZ

ETA se desliza hacia la iniciativa popular

Capítulo 21 de ‘El Desarme, la vía vasca’

Portada de ‘El Desarme, la vía vasca’.
Portada de ‘El Desarme, la vía vasca’.

Distintas fuentes confirman que, hacia marzo de 2016, ETA había lanzado una consulta a destacados miembros de la organización, esa especie de dirección ampliada aprobada en el debate concluido en 2013 y que estaba prevista para encarar grandes decisiones estratégicas. Junto con las consideraciones sobre la situación del proceso, el Comité Ejecutivo les trasladaba dos preguntas bajo los epígrafes “Baga” y “Biga”. La primera correspondía al desarme, mientras la segunda pretendía recabar la opinión de los consultados sobre el futuro de la organización tras haber cerrado el ciclo de la lucha armada.

En esta segunda pregunta y en las respuestas recibidas tiene su origen el debate que está efectuando ETA en los últimos meses, según confirmó mediante una nota la propia organización el pasado 18 de setiembre de 2017: «ETA quiere hacer saber que el debate de la organización anunciado hace algunos meses está ya en marcha, el método para ello ya se está desarrollando. El conjunto de la organización realizará una lectura del pasado para analizar su historia y el trayecto realizado desde el cambio de estrategia. Con esa base, mirará hacia delante para tomar decisiones sobre la función y el ciclo de ETA».

La primera cuestión, la del desarme, era más acuciante, y su desarrollo estaba siendo ya determinado por los pasos que se estaban dando y las posibilidades que se estaban abriendo. En todo caso, las respuestas recibidas no hicieron sino confirmar las ideas que condujeron al desarme total. En aquellas comunicaciones para la dirección ampliada, el Comité Ejecutivo informaba de dichas posibilidades para abordar de una forma definitiva la cuestión. Se aludía a las relaciones con el Gobierno francés, también a los contactos internacionales, y se apuntaba ya a la opción de la sociedad civil, más allá de lo que se conocía públicamente, en referencia al Foro Social. Al parecer, había ya contacto con un grupo de personas que estaban dispuestas a comprometerse de forma práctica con el desarme. La relación de ETA con esos representantes de la sociedad civil se estableció a comienzos de 2016, aunque todavía pasarían algunos meses para que ello se oficializara mediante un cruce epistolar. El campo estaba abonado tras las dinámicas registradas al norte del Bidasoa.

A la hora de realizar la consulta, el Comité Ejecutivo de ETA había formulado una especie de disyuntiva sobre cómo entender el tema de las armas: O dentro de la clásica lógica de relación o intentos de relación con los gobiernos, en la búsqueda de abordar conjuntamente la agenda de soluciones (la idea de unir armas y presos había estado muy presente en los últimos años), o dirigido a fortalecer el movimiento y proceso independentista, en el sentido marcado en el debate de “Abian”.

La balanza se decantó claramente por la segunda visión, con lo que la estructura operativa ya tenía el suficiente colchón para abordar sin riesgos internos el difícil camino de un desarme total en unas condiciones muy poco ortodoxas desde el punto de vista de los estándares internacionales.

Aun así, en los meses siguientes, a la espera de acontecimientos y novedades, ETA siguió jugando a las dos cartas. Por un lado, la sociedad civil estaba trabajando su proyecto, aún sin definir totalmente y solo como un hecho concreto que ayudara a mover la cuestión del desarme. Y por otro, ETA mantenía abierta la posibilidad, como indicaba en su nota interna, de un preacuerdo para los preliminares del desarme. Se estaba llegando a la mencionada encrucijada definitiva, donde habría que elegir y recorrer un camino antes de caer en otro parón.

Las cuestiones a resolver no eran sencillas. La Fundación Berghof les había dicho claramente: háganlo ustedes, sin esperar que la mediación mueva a los estados. El Centro Henry Dunant de Ginebra (HDC) mantenía su idea de la gestión diplomática, lograr una influencia suficiente como para contrarrestar la presión que ejercían los halcones españoles. El debate tenía un eje central: garantizar un desarme completo, hasta el final, pues ya no pesaba el factor negociador o de acuerdo con los estados. Prevalecía la idea de que debía ser una contribución para el movimiento político y social independentista.

(...)

Con esa visión de primar la novedosa vía que se estaba abriendo mediante la sociedad civil, el intento de alcanzar algún tipo de acuerdo con el Estado francés se volvió más descarado. Cuando a ETA le propusieron escribir una carta a Hollande en el verano de 2016, no dudó en hacer un planteamiento muy abierto, al que prácticamente fuera imposible decir no. Por eso, quizá, la carta se dio finalmente por no recibida. «La voluntad de ETA de dar continuidad al proceso abierto en 2011, con la decisión del abandono definitivo de la lucha armada, tiene una principal motivación: favorecer que la ciudadanía vasca pueda acometer los debates pendientes para su futuro en las mejores condiciones posibles, superando las heridas abiertas en el pasado. ETA entiende que debe abordarse el conjunto de consecuencias del conflicto y que a su solución tienen que contribuir todos aquellos actores con responsabilidad o potestad para ello. Es en ese contexto en el que ETA busca poder dar un nuevo salto y proceder a la destrucción de sus armas y el desmantelamiento de sus arsenales de una forma segura, verificada, total y rápida».

El mensaje insistía en una vía rápida para el desarme: «ETA se dirige al Presidente de la República para saber si es posible abordar el reto del desarme en unas condiciones óptimas para todos. Por nuestra parte, consideramos importante que los militantes de nuestra organización y otras personas comprometidas con esta labor puedan actuar con un mínimo de seguridad, así como que la destrucción de armas resulte incontestable y que no deje lugar a la menor duda».

Si esa hubiese sido la única opción, el proceso se vería preso de un nuevo colapso, pero la lección estaba ya aprendida. Paralelamente a las gestiones de ETA con el Estado francés, los futuros artesanos de la paz iban diseñando desde hacía algunos meses este nuevo reto, para lo que fueron tejiendo igualmente una serie de complicidades, tanto a nivel técnico (la capacidad logística necesaria sería tremenda) como para el político. El caudal militante de Ipar Euskal Herria y el apoyo político-institucional se iban a dar la mano.