@AritzIntxusta
ERRENTERIA

Albert Rivera se enfrenta a las cacerolas de Errenteria

Unas 200 personas han acudido al acto de Ciudadanos en Errenteria. Albert Rivera ha llegado como se fue, entre fuertes medidas de seguridad. El acto ha transcurrido en una plaza rodeada de lazos amarillos y el tronar de cacerolas, cánticos e insultos.

Rivera y Savater, con un inmenso lazo amarillo al fondo en Errenteria. (Andoni CANELLADA/FOKU)
Rivera y Savater, con un inmenso lazo amarillo al fondo en Errenteria. (Andoni CANELLADA/FOKU)

Joan Mesquida ha sido el primero en hablar. Los altavoces estaban a todo volumen para imponerse a los pitos y los cánticos, al ‘Utzi Pakean’ y a todo lo demás. El ambiente estaba caliente antes incluso de que apareciera Rivera en una Vito negra con las lunas tintadas. Pero Mesquida ha querido caldear aquello un poco más. Por eso, ha asegurado que la orden de la que está más orgulloso es la que durante su etapa como director de la Guardia Civil la dio en Intxaurrondo. Les dijo a aquellos agentes que había que «intensificar» la lucha contra el terrorismo. «No estamos en tregua», les comunicó, según ha contado.

Muy probablemente, esos cientos de personas que bloqueaban las salidas de la plaza, ni le han escuchado. Tampoco cuando ha seguido defendiendo el acto de Ciudadanos con Vox en Altsasu. Al menos, no se ha notado a nivel de ruido, que era igual de atronador todo el rato. Ha cerrado su discurso comparando a los miembros de Ciudadanos con Martin Luther King.

Le ha cogido el micrófono Maite Pagazaurtundua, que ha arrancado en euskara. Su discurso no estaba dirigido hacia las sillas de los simpatizantes. En todo momento, hablaba a los vecinos. Les ha conminado a leer a Hannah Arendt y les ha espetado: «No sois antifascistas, sois matones abertzales». Ha hablado de su infancia en el Errenteria, de su familia, de su hermano. Y el discurso ha sido el más sentido. Hoy, Pagazaurtundua es europarlamentraria por UPyD y la cita en la Plaza de los Fueros tenía también el sentido como primer gran acto conjunto de UPyD y Ciudadanos. Solo que las siglas del partido de Rosa Díez ya ni siquiera estaban presentes en los banderines.

Fernando Savater ha entrado en un tercer lugar. El filósofo ha estado mundano y se le ha entendido bastante bien. Ha pedido un pacto de los partidos «constitucionalistas» frente a los «inconstitucionales». O sea, ha hablado de recuperar aquello de Nicolas Redondo Terreros y Jaime Mayor Oreja. Eso sí, ha dejado claro que, para que Ciudanos pacte con el PSOE, van a exigir la cabeza de Pedro Sánchez. Por lo demás, ha estado altanero como siempre, comparando el ruido de las cacerolas con cencerros y los cánticos, con rebuznos. Ha insinuado que diferenciar entre izquierda y derecha es cosa del pasado. Lo importante es la Constitución. Y punto.

El turno de Albert Rivera ha sido el de las promesas electorales. Y ha soltado unas cuantas y las ha lanzado buscando que el griterío arreciara. «Esto seguro que no os va a gustar», ha dicho a cada poco. «Podéis seguir con las cacerolas, vengo de Catalunya», incitaba. En concreto, ha avanzado una ley para prohibir «ongi etorris» a presos, la impugnación de la ley de víctimas policiales  y hasta una modificación que impida a los partidos con menos de un 3% de voto entrar en el Congreso, con lo que todos los abertzales se quedarían fuera.

El ambiente era tenso. Nadie lo ha pasado bien en aquella plaza. Ni siquiera los que fingían disfrutar sonriendo a los que gritaban tras el cordón de la Ertzaintza. Por eso, en cuanto ha terminado su discurso, Rivera ha salido pitando en la furgoneta oscura. O, más bien, lo ha intentado. Cientos de personas le bloqueaban el paso. La Vito pronto ha quedado rodeada de ertzainas encapuchados y avanzaba muy lentamente. A porrazos, en algún que otro tramo.

Una txaranga ha tenido la idea cachonda de ponerse a tocar el himno republicano mientras todo esto sucedía. A fin de cuentas, hoy es el Día de la República. Y, además, también Domingo de Ramos. Así que, la escena final del acto de Ciudanos en Errenteria ha simultaneado a ertzainas cargando, un helicón tocando a Riego y a varias señoras mayores aplaudiendo con ramas de laurel en le mano mientras coreaban ‘Alde Hemendik!’.