Martin Garitano
Elkarrizketa
Mertxe Aizpurua
Diputada en el Congreso

«La vida real está llena de heroísmo cotidiano»

Tras muchos años trabajando como directora y periodista de esta casa y habiendo conocido de cerca el mundo de la política por ser la primera alcaldesa de Usurbil, Mertxe Aizpurua se sienta ahora en el Congreso de Diputados de Madrid, en representación de EH Bildu. Aizpurua nos deja una tarea: «Escuchen ‘Che la luna’», de Louis Prima.

Mertxe Aizpurua (Jon URBE/FOKU)
Mertxe Aizpurua (Jon URBE/FOKU)

¿Principal rasgo de su caracter?
Creo que soy de temperamento equilibrado. Con los años he adquirido un cierto grado de templanza.

¿Qué cualidad aprecia más en un hombre?
Hoy por hoy, que sea feminista.

¿Y en una mujer?
Admiro a las mujeres valientes.

¿Qué espera de sus amigos?
Que estén ahí cuando les necesite. Y que sean optimistas. La gente pesimista te roba la energía.

¿Su principal defecto?
Supongo que tener demasiados como para poder destacar solo uno.

¿Su ocupación favorita?
Leer, con música de fondo y sin que me interrumpan. Dejar divagar la mente es también una buena ocupación y me da resultados.

¿Su ideal de felicidad?
Tengo varias imágenes. Una de ellas, dormir mecida por el sonido de las olas del mar, con temperatura cálida y la compañía perfecta.

¿Cuál sería su mayor desgracia?
Perder el entusiasmo por la vida.

¿Qué le gustaría ser?
Bailarina. Bailar como Lucía Lacarra, por ejemplo. Debe sentir algo mágico mientras lo hace.

¿En qué país le gustaría vivir?
En el de mis sueños, que existirá algún día. Un país libre con personas libres.

¿Su color favorito?
El azul turquesa y ese tono granate-morado de las hojas del roble americano en otoño. Pero si el mundo tuviera que ser de un solo color, elegiría el azul.

¿La flor que más le gusta?
Los tulipanes blancos y los campos de amapolas.

¿El pájaro que prefiere?
Los vencejos, que son parte de mi paisaje en esta época del año, y que nunca paran de volar. Y todavía me sorprende el pavo real, por lo exuberante, y porque parece un ser de leyenda.

¿Sus autores favoritos en prosa?
El británico Julian Barnes. Me he leído todas sus novelas y ensayos. Es mordaz, divertido e inteligente.

¿Sus poetas?
No tengo mucha afición a leer poesía. Pero algunos poemas de Pablo Neruda me han dejado sin aliento.

¿Un héroe de ficción?
Dos, que van juntos: Asterix y Obélix.

¿Una heroína?
Jo March, de “Mujercitas”, por su capacidad de enfrentarse a lo establecido y porque me regalaron ese libro con nueve o diez años y fue el que me aficionó a la lectura.

¿Su compositor favorito?
Depende del momento. Diana Krall es perfecta para relajarme. Si lo que necesito es una dosis de ánimo, recurro a Louis Prima. Su trompeta y sus canciones siempre lo consiguen. Escuchen “Che la luna” y hagan la prueba.

¿Su pintor preferido?
Matisse o Chagall. Transportan a otros mundos. Y, entre los nuestros, Dora Salazar y José Luis Zumeta.

¿Su héroe de la vida real?
Es heroína. Quedó viuda en la posguerra, con tres hijos pequeños. Tiró para adelante y nunca dependió más que de sí misma. Trabajó hasta jubilarse limpiando las oficinas de una firma cementera de un barrio de Donostia. Era mi abuela y se llamaba Isabel Altuna. La vida real está llena de heroísmo cotidiano.

¿Su nombre favorito?
Tengo cierta debilidad por los griegos: Ariadna, Khloe, Dafne... aunque ahora todos parecen marcas comerciales de colonias.

¿Qué hábito ajeno no soporta?
La recriminación constante.

¿Qué es lo que más detesta?
De las personas, la crueldad, la rudeza y la prepotencia. De todo lo demás, pasar frío. No lo soporto.

¿Una figura histórica que le ponga mal cuerpo?
Varias. Y todas son fascistas y torturadoras.

¿Un hecho de armas que admire?
En la historia hay dónde elegir. La lucha de los comuneros de París, la Revolución de los Claveles de Portugal...

¿Qué don de la naturaleza desearía poseer?
No estoy muy segura. El que tienen algunos animales de mimetizarse con el entorno y pasar desapercibidos me vendría bien en algunas ocasiones.

¿Cómo le gustaría morir?
Como en un descuido. Sin enterarme. Sin sufrimiento y sin que nadie sufra al verme morir.

¿Cuál es el estado más típico de su ánimo?
Diría que reflexivo. Y razonablemente feliz.

¿Qué defectos le inspiran más indulgencia?
La excesiva ingenuidad y la inseguridad. Y todos aquellos que se van adquiriendo con la vejez.

¿Tiene un lema?
Sí, y lo heredé de mi padre, que me lo repetía muchas veces: “No sirve de nada tener muchos principios. Es mejor tener pocos, pero esos sí, sólidamente asentados”.

¿Cuáles han sido sus quince minutos de gloria?
Los que siguieron al nacimiento de mi hijo y se prolongaron en varias horas de un estado de felicidad exultante. No necesitaba ni deseaba nada más. Nunca he vuelto a vivir esa sensación. Y, ciertamente, era gloriosa.