Mikel Insausti

‘Dersu Uzala’: Donde pongo el ojo pongo la bala

Dersu Uzala (Maksim Munzuk), el cazador de la taiga siberiana. (NAIZ)
Dersu Uzala (Maksim Munzuk), el cazador de la taiga siberiana. (NAIZ)

DERSU UZALA
URSS-Japón. 1975. 142’  
Dir.: Akira Kurosawa. Guion: Akira Kurosawa y Yuri Nagibin, sobre el libro de Vladimir Arseniév. Prod.: Nikolai Sizov y Yoichi Matsue.  Int.: Maksim Munzuk, Yuri Solomin, Svetlana Danilchenko, Mikhail Bychkov, Stanislav Marin, Vladimir Khrulyvov, Igor Sykhra. Fot.: Fyodor Dobronravov, Yuri Gantman y Asakazu Nakai.  Mús.: Isaac Schwarts. Mont.: Valentina Stepanova.

 

Otra acertada y sentida reposición de una película que forma parte esencial de nuestro ADN cinéfilo, y que en su momento nos permitió ver que el maestro Kurosawa era mucho más que cine de samurais en blanco y negro. Debería ser de obligado visionado dentro de cualquier programa didáctico, porque es una obra conservacionista que revela el equilibrio entre la naturaleza salvaje y el ser humano, cuando la caza de animales servía única y exclusivamente de sustento. La clave reside en que dentro de la taiga siberiana tanto el tigre siberiano como la etnia a la que pertenece el protagonista se encuentran en serio peligro de extinción.
Y viendo ahora ‘Dersu Uzala’ (1975) nos damos cuenta de que el primer contacto entre civilización y la naturaleza virgen en aquella remota zona inexplorada de la frontera entre Rusia y China no se dio hace tanto tiempo, por lo que el deterioro medioambiental ha sido vertiginoso en las últimas décadas. El explorador Vladimir Arseniév escribió el libro en que se basa la película en 1923, y ahí rememora sus expediciones de principios de siglo pasado, en las que conoció a este cazador de la etnia «hezhen» (para los chinos) y «nanái» (para los rusos). Su primera aproximación a Shkotovo fue en 1903, con el fin de topografiar el terreno y hacer mapas.

‘Dersu Uzala’ (1975) es ante todo una gran historia de amistad y de aprendizaje, en la que el hombre moderno recibe lecciones de vida por parte de un nativo que además de servirle de guía le enseña las verdades más profundas que encierra el instinto de supervivencia en paz y armonía con el entorno natural. El cazador respeta a Amba, el tigre siberiano, porque ambos pertenecen a un mismo universo interconectado. Y el forastero toma nota puntual de esa sabiduria primigenia, quedando eternamente agradecido a quien le salvara de morir lejos de su hogar.