Mikel Insausti

‘First love’: Takashi Miike sigue en plena forma

Leo (Masataka Kubota) y Yuri (Sakurako Konishi) contra los yakuzas. (NAIZ)
Leo (Masataka Kubota) y Yuri (Sakurako Konishi) contra los yakuzas. (NAIZ)

FIRST LOVE
Japón-GB. 2019. 108'
Tit. Orig.: ‘Hatsukoi’. Dir.: Takashi Miike. Guion: Masa Nakamura y Muneyuki Kii. Prod.: Misako Saka y Jeremy Thomas. Int.: Masataka Kubota, Sakurako Konishi, Sansei Shiomi, Nao Omori, Shota Sometani, Takahiro Miura, Jun Murakami, Maimi Yajima. Fot.: Nobuyasu Kita. Mús.: Kôji Endô. Mont.: Akira Kamiya.

 

El próximo mes Takashi Miike cumplirá 60 años de edad sin mostrar síntomas de agotamiento o debilidad, tras tres fructíferas décadas haciendo cine, exactamente la mitad de su vida. En ese relativamente corto periodo de tiempo ha rodado más de un centenar de películas, con un frenético ritmo de producción que le ha llevado a batir su propio récord llegando a hacer una docena de largometrajes en un solo año. Y lo más meritorio es que en medio de esa vorágine su prolífica filmografía va dejando puntuales perlas, destacando entre sus títulos más conocidos en el mercado occidental ‘Audition’ (1999), ‘La felicidad de los Katakuri’ (2001), ‘Ichi the Killer’ (2001), ‘Yakuza Demon’ (2003), ‘Sukiyaki Western Django’ (2007), ‘Crows Zero’ (2007), ‘13 asesinos’ (2010) o ‘Hara-Kiri’ (2011).

Un grupo selecto en el que podemos incluir su más reciente logro con ‘First Love’ (2019), producida con el respaldo de su valedor británico Jeremy Thomas, y que pertenece a su manera heterodoxa de entender las películas de yakuzas. Aunque el cineasta japonés no conoce límites genéricos, y le da a todo, no cabe duda de que el Yakuza Eiga le permite una base a partir de la cual desarrollar todo su violento imaginario de acción surrealista, por el cual se ha convertido en el autor que más ha influenciado a Tarantino. No hay más que ver el climax final con la batalla en el depósito para visualizar el punto de conexión formal entre ambos directores, si bien tal como deja entrever el título en inglés, en esta ocasión Miike utiliza un juego de contrastes entre el romanticismo juvenil y la corrupción del mundo urbano, al enfrentar a una pareja de chico y chica que parecen directamente salidos de la “nouvelle vague” a las guerras internas de las bandas y fuerzas policiales implicadas en el narcotrafico, incluidas las triadas chinas para que no falte color.