Daniel Galvalizi
MADRID

Vox convierte su moción de censura en un show de agravios contra un «Gobierno mafia»

La ultraderecha no defrauda en el uso del argot trumpista y habla de «virus chino», menciona a ETA y Venezuela, denuncia vínculos entre Moncloa y George Soros, fustiga al ecologismo y critica adversarios con alusiones a la vida privada. Santiago Abascal promete llamar a elecciones antes de Navidad si es investido.

Santiago Abascal, en un momento de su intervención. (Manu FERNÁNDEZ/AFP)
Santiago Abascal, en un momento de su intervención. (Manu FERNÁNDEZ/AFP)

Un temporal de epítetos y descalificaciones personales ha azotado el hemiclo durante las casi tres horas y media que han durado los discursos del diputado Ignacio Garriga y del candidato a la investidura, Santiago Abascal, quienes han representado a Vox en la quinta moción de censura en el Estado español desde la caída del franquismo.

Una herramienta que nunca antes fue utilizada con tan pocos votos seguros a favor. Hasta ahora, solo están confirmados los 52 positivos del grupo parlamentario de la ultraderecha y el Partido Popular, en medio de un fuerte debate interno, se decantará por la abstención o el voto negativo.

Garriga, diputado por Barcelona, fue elegido seguramente no por casualidad por Vox, un partido cuyos movimientos tácticos en la comunicación son siempre calculados. Odontólogo mulato hijo de una inmigrante guineana y padre español, ha hablado durante una hora y media con un discurso repleto de agravios en los que ha comenzado mencionando insistentemente a ETA y refiriéndose a EH Bildu como «el partido de ETA».

El diputado se ha referido a los partidos nacionalistas y soberanistas como «formaciones políticas que no deberían tener cabida, por golpistas y terroristas» y ha citado varios datos económicos actuales como «los peores desde la tan añorada por la izquierda guerra civil».

«Aquí estamos señorías, aunque no les guste. Somos la verdadera amenaza a su plan de derribo de las instituciones. Y lo saben y por eso la ofensiva, y han sido enviados los cachorros de la izquierda radical a cada acto nuestro, atentando contra nuestra libertad política y física», ha señalado, y ha hecho de esto «culpable» al vicepresidente Pablo Iglesias, a quien le ha pedido que vaya a darle «lecciones a sus amigos etarras en las herriko tabernas».

«China debe pagar»

Al Gobierno «nacido del fraude y de la mentira» se le ha agravado «todo con la llegada del virus chino», ha afirmado el diputado, en la primera de varias menciones xenófobas al coronavirus. Además de considerar «criminal» la gestión sanitaria de Moncloa y acusarlo de haber omitido información en el invierno pasado, ha dicho que se recordará «siempre» que la manifestación feminista del 8M «provocó la muerte de miles de españoles».

Por si fuera poco, Garriga ha sugerido que el Gobierno chino intentó extender la pandemia por el resto del mundo y que hoy es «curiosamente el único país que está creciendo» y ha rematado: «China ahora se beneficia económicamente de las necesidades de la urgencia sanitaria. Es de justicia que reparen el daño causado. China debe pagar».

Tras concluir Garriga, ha subido al estrado el candidato a presidente de Vox, que no ha hecho más que ahondar en las ideas-fuerza de su antecesor y guardarse algunas balas contra las autonomías y su apología del jacobinismo. Sin eufemismos, Santiago Abascal ha pedido suspender las 17 autonomías y que «hasta que se pueda hacer, porque requiere reformar la Constitución, recuperar todas las competencias» en el Gobierno central.

PNV, «cobardones y extorsionadores»

También ha pedido la ilegalización de las fuerzas soberanistas, a las que ha llamado «okupas» y «renegadas» y hasta les ha cuestionado la forma en que juraron sus escaños. «Podríamos también ahorrárnoslo», ha señalado Abascal al referirse a los gastos de los diputados soberanistas y ha aprovechado para calificar de «cobardones» y «extorsionadores» a los miembros del PNV, mientras el portavoz jeltzale, Aitor Esteban, miraba fijamente su móvil.

Otra de las piedras en el granizo de agravios caído esta mañana en el hemiciclo llevaba el nombre de «mafia», repetida varias veces por el líder de la ultraderecha. Mirando a Sánchez, le ha espetado: «Usted no manda, está gestionando el proyecto de una mafia internacional». En momentos previos le había dicho: «Ustedes no son un Gobierno, son una mafia».

La eurofobia y el discurso contra el «ecologismo religioso» también se han hecho presentes, cuestionando a la «oligarquía degenerada» de Bruselas y el plan del Gobierno para reducir los gases de efecto invernadero. Ratificando su giro lepeniano, ha enviado un guiño a los trabajadores pidiendo que reciban mejores salarios y que se ayude «a la clase media».

En el país que ha propuesto Abascal también se frenaría la entrada de la «inmigración ilegal que invade» el Estado porque «el islam se convierte en un peligro para la civilización que lo acoge. El inmigrante ilegal que delinque debe ser internado hasta su repatriación y hay que perseguir a las mal llamadas ONGs que han hecho del drama humanitario un auténtico negocio», ha opinado.

Antes de concluir, el líder de Vox ha interpelado al PP a que apoye la moción de censura para «demostrar que se debe construir una alternativa a este desastre» y le ha recordado que gracias a la extrema derecha pudieron conseguir «el Gobierno de tres autonomías para evitar gobiernos socialcomunistas». La bancada del PP ha actuado con indiferencia durante las tres horas de discurso, nunca ha aplaudido y han estado mirando constantemente sus móviles.

Abascal ha acabado con un «Viva el Rey, viva España» y el aplauso de pie de su grupo. Vox ha dejado así un clima denso en el hemiciclo del Congreso de los Diputados, con una larga estela de agravios personales, en los que ha tenido como eje central el vicepresidente Iglesias –con varias alusiones a su vivienda personal y hasta a su forma de vestir– y que ha caído tan bajo como al mencionar que la exministra Cristina Delgado está en pareja con el exjuez Baltazar Garzón. Las caras atónitas de varios legisladores y los murmullos ante los exabruptos quedarán como el lado colorido de una presentación de moción de censura digna de olvido.