De Budapest a Bilbo, un viaje íntimo por clásicos muy modernos

Data

25.02.28 - 25.05.25

Lekua

Bizkaia - Bilbo

Una de las de más de un centenar de las obras de la exposición.
Una de las de más de un centenar de las obras de la exposición. (Marisol RAMIREZ)

El estudio de una cabeza dibujada al carboncillo por Leonardo da Vinci –el rostro crispado de un soldado, visto desde dos puntos de vista– hay que mirarlo de cerca. Impacta su fuerza, también su modernidad. Es llamativo, a su vez, por su intrahistoria, porque es uno de los pocos restos que quedan de la actualmente perdida ‘La batalla de Anghiari’, la pintura al fresco que el artista pintó en un muro del Palazzo Vecchio de Florencia entre 1503 y 1506. Este dibujo es la ‘joya de la corona’ de la exposición ‘Obras maestras sobre papel de Budapest’, que, desde el 28 de febrero al 25 de mayo, acoge el Museo Guggenheim de Bilbo. Una exposición que llama a acercarse físicamente al arte, a los cuadros.

Procedentes del reconocido Museo de Bellas Artes - Galería Nacional Húngara de Budapest, las cerca de 150 piezas maestras de grandes artistas que se exponen ahora en esta pinacoteca dedicada habitualmente al arte contemporáneo resumen siete siglos de historia del arte, pero no desentonan, en absoluto, con la arquitectura de titanio de Gerhy. Hay dibujos a lápiz, al carboncillo, al clarión y a tinta china, xilografías, calcografías, litografías, serigrafías y las últimas tecnologías digitales de impresión.

Tres salas pintadas en color añil; la última, la que acoge al arte húngaro más moderno, en blanco. Y la sensación es de intimidad, de que puedes contemplar los detalles de las obras sin cansarte y sin que el espacio se ‘coma’ a los dibujos, de pequeño tamaño, la mayoría. Una de las preocupaciones principales que las dos curators de ‘Obras maestras sobre papel en Budapest’ –Marta Blàva, por el Guggenheim bilbaino; y Kinga Bódi, por el Bellas Artes de Budapest– ha sido esa; por otro, han buscado también ver «cómo imprimir una visión contemporánea» a este viaje por siete siglos de la historia del arte, desde el XVII a la actualidad, y por los 200 años de historia que tiene la colección del propio museo húngaro. Y la conclusión a la que han llegado ambas es que «todo empieza y todo acaba con el dibujo, con ese acto íntimo del artista hacia su obra. El mundo no ha cambiado tanto y, aunque sean clásicos, siguen siendo renovadores, actuales», ha apuntado Marta Blàva.

Siguiendo una disposición cronológica y respetando la división de periodos históricos, ‘Obras maestras sobre papel de Budapest’ se puede leer como una lección práctica de historia del arte. También como un recorrido por la historia de Hungría, desde los aristócratas que coleccionaban arte para su disfrute personal, hasta los artistas que tuvieron que emigrar durante los convulsos años previos a la caída del Muro. Y tiene otra lectura también, explica en el catálogo de la exposición Lázlo Baán, director general del Museo de Bellas Artes de Budapest: expresa la relación entre dos ciudades, Bilbo y Budapest; también la relación entre dos culturas, entre el euskara y el húngaro, ambas lenguas consideradas fenómenos únicos: «Ni el húngaro ni el euskara son comparables a ninguna otra lengua, aunque comparten un rasgo común, pues las dos –una diferencia más con sus lenguas vecinas– carecen de género gramatical», escribe.

Por cierto, Lázlo Baán ha apuntado en la presentación que espera que esta muestra anime también a los visitantes a viajar a Hungría, a ver in situ las obras maestras que custodia el Museo de Bellas Artes de Budapest. Mientras, quienes se acerquen a la exposición que han traído a Bilbo se encontrarán con un Miguel Angel junto a un Rafael, a los dibujos eróticos de Pargimianino, a estudios y trabajos de Durero, Goya, Rembrandt, Degas, Courbet, Picasso, Kokoschka, Schiele, Klimt... «Si me preguntarais por mi preferida, yo os diría que esta de Klimt [‘Mujer inclinada (estudio para la obra Vida y muerte’, 1908-1909], porque con una línea capta la desesperanza de una mujer», reconoce Marta Blàva. 

La primera obra firmada por una mujer es de 1945 –una visión del ‘Fausto’, de Goethe, de Kate Kollwitz–, así era la ausencia histórica de las mujeres de la historia del arte. Por contra, las obras más llamativas de la sala dedicada al arte húngaro contemporáneo tienen nombre de mujer. Allí están, por ejemplo, las ‘Cartas a mi madre’ (1988), de Vera Molnar, en pluma y tinta azul: una correspondencia en la que convierte en belleza la letra deteriorada por la vejez de su madre.

 

 

 

 

 

 



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