La Dramática Errante nos lleva de ‘road movie’ hacia la ‘buena muerte’

Data

25.01.23 - 25.01.25

Lekua

Bizkaia - Bilbo

Una escena de la obra.
Una escena de la obra. (Oskar MATXIN | FOKU)

Un tío de la actriz Ane Pikaza dejó escrito en su testamento que, cuando muriera, no quería «ni flores, ni funeral, ni cenizas, ni tantán». Él no se imaginaba que su deseo, formulado de forma tan bizarra, terminaría dándole título a una propuesta, a modo de ‘road movie’ teatral con aires cinematográficos, sobre la muerte y los cuidados paliativos que estrena en el Teatro Arriaga de Bilbo una de las compañías más interesantes de nuestro panorama teatral: La Dramática Errante, compuesta por la propia Ane Pikaza y la dramaturga y directora María Goiricelaya, y que es la responsable de montajes como ‘Altsasu’ o ‘Yerma’. 

Mientras ‘Altsasu’ sigue todavía rodando por los teatros estatales, La Dramática Errante estrena este jueves su cuarto montaje, en el que explora nuevos caminos al mezclar lo audiovisual –se ha grabado parte de la trama en escenarios reales, de modo que entrelaza con lo que pasa en escena– y lo teatral.

‘Ni flores, ni funeral, ni cenizas, ni tantán’, que en su versión en euskara es ‘Adiorik ez’, es un texto escrito y dirigido por Maria Goirizelaya, que se representará del 23 al 25 de enero en el Arriaga. El jueves 23 se estrenará en euskara (19.30). Las funciones en castellano serán el viernes 24 (19.30) y el sábado 25 (19.00).

Rodaje en escenarios naturales

Además de formar parte del reparto, Patxo Telleria se ha encargado de la adaptación al euskara de lo que ha definido como una «road movie con un 5% de thriller». Completan el elenco de seis intérpretes, Egoitz Sánchez, Aitor Borobia, Idoia Medorio y Loli Astoreka, quienes dan vida a la multitud de personajes que discurren por el Camino de Santiago.

Porque esta milenaria ruta es, en cierta forma, escenario y protagonista, pero también alegoría, del viaje emprendido por un padre y una hija, Santi y Ane Juaristi (interpretados por Patxo Telleria y Ane Pikaza) en ‘Ni flores, ni funeral, ni cenizas, ni tantán’. Aunque no han querido dar demasiados detalles, por no desvelar parte del nudo de la historia –de ahí el 5% de suspense del que hablaba Telleria–, en la historia alguno de los dos ha sido diagnosticado de una enfermedad terminal. De ahí se invita al espectador a reflexionar sobre la muerte y sobre cómo cada persona afronta el fin de sus días, por medio del humor, la ternura y la conciencia social.

Escrita por María Goiricelaya en el marco de las Residencias Dramaticas del Centro Dramático Nacional español en 2021, esta historia refleja las preocupaciones que surgieron en la opinión pública estatal cuando se debatía la ley de cuidados paliativos. Dos años más tarde, se reguló la eutanasia. Goiricelaya es, como ha apuntado Ane Pikaza, «es una autora que tiene la capacidad de llevar a escena lo que nos mueve y conmueve en la vida real». 

Metáfora de la vida

La obra está sustentada en un dispositivo escénico y audiovisual, como ha explicado la directora; es decir, en una pantalla que domina el escenario, se va proyectando las imágenes e historias rodadas en escenarios naturales, algunas con drones, con los actores en varios tramos del Camino de Santiago entre junio y julio pasados. De Orreaga saltaron a Burgos, de ahí, a León y terminaron en Galicia.

«Queríamos utilizar el camino como metáfora de la vida –ha apuntado la dramaturga–, con toda la belleza y toda su dureza, y también con todo eso que sucede cuando estamos caminando. Han sido momentos de rodaje preciosos, pero luego también está la dureza de la enfermedad, de ver cómo nos acercamos a finales a veces inesperados. Y nos gustaría lanzar esta pregunta al público: ¿Cómo queremos morir? ¿Qué pensamos de la muerte digna, de esas decisiones que a veces no tomamos? Hay cosas que sobrevuelan la obra: los cuidados paliativos o las últimas voluntades como una respuesta importante para lograr una muerte deseada».

«A pesar de la dureza y de lo conmovedora que resulta, porque hay algo conmovedor en este viaje en el que las personas estamos inmersas, también está tomada desde un punto muy vitalista: hay mucho humor, con escenas mágicas o más oníricas y esos mundos van conviviendo. Por un lado, el realismo del Camino de Santiago; y por otro, un viaje más onírico», ha añadido.

 

 

 

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