Una prefeminista del XVII se reivindica entre las obras maestras del BBVA

Data

25.07.04 - 25.10.12

Lekua

Bizkaia - Bilbo

‘Sagrada familia’, de la sevillano-portuguesa Josefa de Óbidos.
‘Sagrada familia’, de la sevillano-portuguesa Josefa de Óbidos. (Monika DEL VALLE | FOKU)

Entre retratos reales –es sorprendente cómo, siendo de diferentes dinastías y épocas históricas, puedan parecerse tanto los reyes españoles–, la visión de un militar bilbaino del XVIII que posa apretado y melancólico, vestido de húsar, para Goya –‘Don Pantaleón Pérez de Neuin’ se titula y es la joya de la corona de la colección del banco– o la modernidad luminosa de los grandes artistas del XIX, en ‘Clásicos y Modernos. Obras maestras de la Colección BBVA’ conviene fijarse en un óleo religioso titulado ‘Sagrada familia’. Es el único de toda la exposición firmado por una mujer, Josefa de Óbidos (Sevilla, 1630 – Óbidos, 1684), una rara avis y una de las pocas mujeres que, en la larga e invisibilizadora historia del arte, sí pudo reivindicarse firmando sus obras.

El palacio de San Nicolás de Bilbo, una joya situada en el Casco Viejo bilbaino, acoge desde el 4 de julio hasta el 12 de octubre la exposición ‘Clásicos y Modernos’. Compuesta por 39 obras maestras de la colección de la BBVA y comisariada por Pablo González Tornel, director del Museo de Bellas Artes de Valencia, esta muestra da continuidad a la estrategia de los últimos años del BBVA de ir mostrando al público toda esa riqueza atesorada, a través del mecenazgo –9.000 pieza, nada menos, de distintas disciplinas y épocas–, a lo largo de sus 168 años de vida. González Tornel, de hecho, no ha dudado en afirmar que «la colección del BBVA da para un museo». Por cierto, de Bilbo luego viajará a Valencia.

La entrada de la muestra bilbaina es gratuita y se puede visitar de lunes a domingo de 11.00 a 19.00. Hay visitas guiadas los miércoles (17.30) y sábados (12.00).

Tres estrellas... o más

En este palacio es donde nació el BBVA. Alrededor de su patio interior, se pueden ver obras de 37 artistas de primer nivel como Goya, Murillo, Van Dyck, Sorolla o Zuloaga, en un viaje que nos lleva de los siglos XVI al XX, del arte al servicio del poder y la religión –hay Goyas, Murillos, Van Dycks...–, al descubrimiento de lo cotidiano y el mundo natural –está el virtuosismo de Brueghel y de los maestros flamencos, holandeses y estatales– y, finalmente, la llegada de la modernidad en los siglos XIX y XX, con Sorolla, Zuloaga, Regoyos, Rusiñaol o Arteta.

Checa Pardo, director global de estrategia de Talento y Cultura de BBVA, no ha dudado en calificar a esta exposición como un «plato estrella, de tres estrellas Michelín». Este viaje por cinco siglos de arte arranca en el patio del palacio con lo que han titulado como ‘El tiempo de los reyes y los dioses’. El arte, como instrumento esencial propagandístico de la monarquía y la Iglesia.

Aquí posan en línea Felipe III (pintado por Juan Pantoja de la Cruz, 1605) y Carlos II (por Carreño de Miranda, 1674) y Carlos III (por Francisco de Goya, 1787-1788). Los dos primeros reyes son Habsburgo; el tercero, un ‘campechano’ Borbón, pero parecen de la misma familia. Quieren lucir señoriales, a pesar de sus miserias. En otra pared, otros retratos bien diferentes: el poder del dinero de los linajes burgueses flamencos de los siglos XV-XVIII, entre los que hay una mujer, por cierto, que fue retratada por su casamiento, por supuesto.

Josefa la emancipada

Llegamos al bilbaino Pantaleón Pérez de Nenin (32 años, con poco porte poco militar, pese a sus intentos)... y a la vuelta, entre los retratos religiosos realizados para más gloria de la Iglesia, llegamos el único cuadro existente en el Estado español de Josefa de Ayala y Figueira, también conocida como Josefa de Óbidos. Es el titulado ‘Sagrada Familia’ (1660).

Nacida en Sevilla, hija del pintor portugués Baltasar Gómez Figueira, Josefa debía de ser armas tomar, no en vano destacó en la larga cadena histórica de hijas de pintores a las que se les impidió seguir el camino artístico. Era una especie de prefeminista. «Lo suyo fue una heroicidad», ha reconocido el comisario de la exposición.

Metidos hoy en día en propugnar una revisión crítica de la historia del arte, resulta todo un logro recuperar del olvido a una artista femenina. Faltan datos, como ha explicado González Tornel, para documentar su trabajo, aunque se sabe que el flamenco Ian Philip van Thielen –su ‘Florero’, 1650-60) está en la exposición–, tenía tres hijas que pintaban o que las dos hijas de Joaquín Sorolla –en Bilbo se puede ver el ‘Retrato de Antonio García Peris, suegro del artista’ (1908)– también lo hacían.

Por eso, Josefa de Ayala y Figueira, o Josefa de Óbidos es algo especial. Aprendió en el taller con su padrino Herrera el Viejo y, sobre los 14 años, ingresó en el convento de Santa Ana de Coimbra, donde conoció a Santa Teresa de Jesús, a quien retrató sensual en su éxtasis. Se fue del convento y regresó a su casa familiar, en Portugal, y decidió dedicarse a la pintura. Le ayudó ser una terrateniente, eso es así, y un carácter decidida. 

El caso es que, en torno a 1661, consiguió su emancipación, una figura jurídica poco habitual para la época, que le permitió firmar contratos y realizar negocios y transacciones sin autorización paterna o de un tutor. Así se dedicó profesionalmente a pintar, cultivó el género del retrato y se especializó en naturalezas muertas y en pintura religiosa.

Dos datos más: renunció a la herencia de su padre en beneficio de sus hermanas, aprovechaba sus visitas a los conventos para motivar a las monjas a que buscaran su autonomía económica y cuando murió, a los 54 años, en su testamento dejó dicho que sus bienes no fueran para ningún hombre, legándolos para la rama femenina de su familia.

Entramos en otra sala de la exposición y nos encontramos de frente, con otra mujer de otra época: es ‘Retrato de la esposa del pintor en los bosques de Camprodón’ (Dionís Baixeras, 1885). La protagonista mira entre desafiante y curiosa, y llegamos a ‘Mujer con abanico’ de Francisco Iturrino (1910). Está relajada, mira también de frente. El mundo había comenzado a cambiar.

 

Kokapena

Palacio de San Nicolás
Calle San Nicolás
Bilbo. Bizkaia