Alvaro  Reizabal
Alvaro Reizabal
Abogado

El anticiclón de las Azores

Muchas veces surgía en las tertulias la pregunta de por qué en el Estado español no había un partido de ultraderecha y la respuesta era que los fachas españoles engrosaban las filas del PP.

Es de esos que se creen nacidos con el toque del Altísimo para salvar a la Patria. Él mismo no es altísimo, pero con unas buenas alzas queda resultón. Ya tuvo ocasión de ejercer de salvapatrias en primera persona, como jefe del Ejecutivo, incluso con mayoría absoluta. Pero su papel, una vez apartado de la primera fila de la política activa, iba mucho más lejos, y es que no en vano se ha codeado, tupé al viento, con lo más granado de los líderes mundiales. Véase si no aquella foto en las Azores con Bush y Blair entre otros. O aquella otra con los pies sobre la mesa, gesto solo consentido a los más grandes como el simpático Ánsar, el «Anticiclón de las Azores». Así que aunque desapareció de la palestra, siguió moviendo los hilos del cotarro político hispano.

Muchas veces surgía en las tertulias la pregunta de por qué en el Estado español no había un partido de ultraderecha como en otros países, por ejemplo Francia, y la respuesta era que los fachas españoles engrosaban las filas del PP, que aglutinaba todo el espectro de la derecha. Históricamente las multinacionales han ido creando sus segundas marcas para simular una inexistente competencia. Siguiendo ese modelo, el personaje fue creando sus segundas marcas a la medida de lo que la situación requería en cada momento. Si la indisoluble unidad de la Patria estaba en peligro por el auge del independentismo catalán, se sacaba de la manga a Ciudadanos, para aglutinar a todo el españolismo allí residente. El éxito de la idea fue tal que se exportó a todo el Estado vendiendo una segunda opción aparentemente más «centrada». Al final, la idea murió de éxito y el partido fue fagocitado por el propio PP en una maniobra de vasos comunicantes. También se ve la mano del aprendiz de brujo en la aparición de Vox bajo la batuta de un protegido del partido.

El problema es que estos movimientos tienen el riesgo de que las segundas marcas acaben merendándose a la matriz o acaben con ella cuando los dirigentes de esta, cegados por el ansia de poder se despedazan entre ellos. Como en este caso.

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