Se van acabando las fiestas de pueblos y ciudades, la actividad va volviendo a la normalidad y la meteorología nos avisa que se acabó la broma, el otoño y el largo invierno llaman a la puerta y toca ponerse las pilas.
Y en este regreso a la normalidad, las cosas siguen, desgraciadamente, como antes del paréntesis estival. Y así, en Gaza y Cisjordania continua el genocidio contra el pueblo palestino, con el aberrante argumento del derecho de Israel a defenderse, como si masacrar a la población civil indefensa y matar a más de 40.000 personas, destruyendo escuelas y hospitales, fuera el ejercicio de un derecho legítimo. Además, en la batalla del relato crean conceptos perversos para enmascarar la realidad. Por ejemplo, bombardear un territorio con 100 aviones, se llama «respuesta anticipada». Ahora el objetivo son los niños y jóvenes que constituyen la fuerza productiva y serán los futuros combatientes contra la injusta masacre. Los viejos ya morirán de hambre, sed o de enfermedades diversas. Es el horror ante los ojos del mundo que permanece (permanecemos) viendo lo que ocurre día a día mirando a otra parte. Un espanto.
En otro nivel, también es alucinante la situación de Venezuela: se celebran elecciones, el Gobierno anuncia que las ha ganado el actual presidente y sale el líder de la oposición diciendo que no, que ha ganado él, sin aportar prueba de ningún tipo sobre su victoria. Y el mundo occidental, con EEUU a la cabeza, empieza diciendo que el presidente debe exhibir las actas y, al cabo de unos días, pasan ya a proclamar directamente que el ganador es el candidato opositor, aunque no aportan ninguna prueba de ello. No contentos con eso, el opositor y los suyos pasan a la clandestinidad, convocan asonadas violentas e incitan al Ejército a que se levante en armas dando un golpe de Estado, desobedeciendo las decisiones del Tribunal Supremo y no compareciendo a las citaciones de la justicia, porque, dice, no le ofrecen garantías. Y los medios dándole la razón porque dicen que los tribunales están controlados por el chavismo. De traca.