Cuando escuché en una conversación que el 3 de noviembre cortaban internet a nivel global, lo primero que pensé es que ese mismo día se celebran las elecciones presidenciales en EE UU y que, si volvía a ganar Donald Trump, la desgracia podía ser mayor que la desconexión mundial de internet por algún poder oculto. Dejando aparte teorías conspiratorias, que no comparto, todo lo que leo sobre las elecciones a la Casa Blanca es como un jeroglífico de datos y estadísticas que no aplacan el miedo a que Trump vuelva a ser presidente. Si embargo, no todo lo que se hace y se mueve en EE UU está favor de Trump. Además de Black Lives Matter que este verano lideró las protestas más importantes desde hace años, colectivos con cierta influencia también se han organizado para luchar contra Trump. El escritor Paul Auster lidera una asociación, Escritores contra Trump, con 1.700 escritores y escritoras, comprometidos en lo que llaman una «guerra» contra la hegemonía cultural del pensamiento republicano. Paul Auster, que ya militó en el activismo social en 1967, mantiene su sentido crítico más allá de lo que Trump pueda representar. No duda en reconocer el racismo estructural de EE UU y, recuperando un lenguaje olvidado en la cultura política de cualquier país, acusa a los demócratas y, les dice, que «no han dado a la clase trabajadora ninguna razón para votar por ellos».