Hoy es 4 de enero de 2025, el cuarto día del último año del primer cuarto de siglo del siglo XXI. Dicho así, parece que la importancia del tiempo se magnifica y se impone a la rutina de existir. Lo curioso es que no tengo un proyecto en el que pensar para un año tan sonoro. Me pasa lo que al mundo, no tengo alternativa de futuro y sí un montón de utopías y retos que alcanzar. Las primeras son viejas y, como cantaba Silvio, las voy salvando con el tesón de mis recuerdos y de la memoria colectiva. Los otros son tan imprevisibles que me dan vértigo. De la Inteligencia Artificial solo conozco las distopías literarias que Orwell, Bradbury, Huxley o Atwood escribieron en el siglo XX y, no obstante, solo el nombre, IA, me intimida lo mismo que la «ingeniería emocional». Iñaki Soto, director de GARA, nos advertía en un artículo de la importancia de «hacer las preguntas adecuadas» a la IA. En su opinión, una tarea necesaria pero difícil, ya que «cada artículo que se lee abre la puerta a un universo de nuevas preguntas» y, entonces, «las certezas se tambalean con facilidad». Para mí, es igual que volver al desasosiego intelectual y político de la adolescencia, solo que, como dice el protagonista de "La pícara puritana" (1937), ahora, «las cosas son diferentes, pero de un modo diferente».
