Amparo Lasheras
Amparo Lasheras
Periodista

El barrio

Una comunidad valiente que superó el racismo provinciano, el paro o el azote de las drogas gracias a la valentía de unos vecinos que apostaron por el asociacionismo vecinal y promovieron el activismo social, el deporte y la cultura.

El barrio es el primer lugar que conocemos. El que nos descubre la primera calle, el primer sol o la primera lluvia. El que sabe de nuestros primeros juegos y nuestras primeras risas, el que entendió nuestros secretos y percibió las rebeldías que estaban por llegar. Volvemos a él como se vuelve a casa cuando se acaban las sorpresas de la vida y regresamos, como decía Rilke, a la patria de la infancia. El barrio es el punto de partida de nuestra historia personal, pero si lo miramos en la distancia, nos damos cuenta de que también tiene su propio relato y entonces es como si lo viésemos por primera vez. Se me ocurrió está columna después de asistir en la Asociación de Vecinos de Abetxuko a una conferencia sobre la historia del barrio. La charla la dio una joven, recién licenciada en Historia, que eligió el lugar que le vio crecer como trabajo de fin de carrera. Seis décadas contadas con el realismo de lo que es un barrio obrero e inmigrante, construido al margen de la Gasteiz de toda la vida; una comunidad valiente que superó el racismo provinciano, el paro o el azote de las drogas gracias a la valentía de unos vecinos que apostaron por el asociacionismo vecinal y promovieron el activismo social, el deporte y la cultura. Abetxuko no es mi barrio, pero me gustó revivir su memoria junto a las vecinas que esa tarde pudieron regresar al barrio de su infancia.

Bilatu