Amparo Lasheras
Amparo Lasheras
Periodista

La misma clase, el mismo orgullo

Conozco a compañeras y compañeros que, como yo, todavía se emocionan con las luchas que muestran una clara conciencia de clase. Recientemente nos ocurrió con la huelga de Tubacex y estos últimos días, aunque fuera de Euskal Herria, con los trabajadores del metal de Cádiz.

A pesar del pesimismo con que describimos la realidad, existen momentos en que una no puede evitar emocionarse y volver a la esperanza que debería de acompañar a cualquier idea revolucionaria que aspire a cambiar lo que imponen unos pocos. Los que sean muy pragmáticos y partidarios de nuevos paradigmas dirán que me pierdo en el pasado, pero si es así no creo que sea la única. Alfonso Sastre apeló a ella en sus artículos y el historiador Howard Zinn, cuyas obras se publicaron en la editorial de Eva y Alfonso, afirmó que los «prisioneros del sistema seguirán rebelándose, como antes, en momentos que no pueden ser pronosticados». Y mirando hacia un compromiso más a pie de calle, en este largo camino de la militancia y de la vida, conozco a compañeras y compañeros que, como yo, todavía se emocionan con las luchas que muestran una clara conciencia de clase. Recientemente nos ocurrió con la huelga de Tubacex y estos últimos días, aunque fuera de Euskal Herria, con los trabajadores del metal de Cádiz. «Necesitamos recobrar el orgullo de pertenecer a la mejor clase del mundo, a la clase obrera» me escribió ayer un amigo. Al leer su mensaje, recordé esta idea de Argala: «Los trabajadores vascos no somos españoles ni franceses, sino vascos, y lo que nos une a ellos no es la pertenencia a una misma nación, sino a una misma clase». Y siempre con el mismo orgullo.

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