En el 2012, el FMI emitió un informe en el que advertía del «gran impacto financiero» que supondría que la gente viviera más de lo esperado, «riesgo de longevidad» lo llamaron. En el 2024, el consejero de Salud de la CAV aludía a la misma idea, al definir como una «dificultad estructural» de su departamento el «envejecimiento poblacional». Aunque revestidas de un tecnicismo económico, en ambas afirmaciones se interpreta que llegar a viejo y seguir viviendo sin producir es una carga para el sistema neoliberal. Ante los nuevos presupuestos es costumbre destacar el aumento de la partida destinada a Osakidetza y Osasunbidea. Siempre es un poco más que el año anterior, pero lo que no se explica es que, si se tiene en cuenta el aumento anual del PIB, cada año el porcentaje de riqueza es menor, esa es la «dificultad estructural» de la que habló el consejero. Lo que voy a contar no es una excepción y, cuando sucede, significa que el mensaje economicista, en alguna parte de la cadena, ha roto con el respeto y la sensibilidad hacia la vejez y la muerte. Conocí a una persona que, cuando el especialista le comunicó que le derivaba a cuidados paliativos, preguntó, «¿tan mal estoy?». La respuesta fue, «qué quiere, usted tiene ya 78 años». Murió diez meses después esperando la siguiente consulta.