Anjel Ordóñez
Anjel Ordóñez
Periodista

«Altera pars otio, pars ista labori»

Las vacaciones, en tanto que desconexión del trabajo y de la estresante cotidianidad que lo rodea, no puede ser un lujo reservado por una minoría.

Lo leía la semana pasada en GARA. Este año, más de 38 millones de trabajadores europeos no podrán permitirse disfrutar ni siquiera de una semana de vacaciones a pesar de contar con un contrato de trabajo. Es uno de los principales datos que desvela un estudio realizado por la Confederación Europea de Sindicatos a partir de datos de Eurostat, la Oficina Estadística de la Unión Europea.

Esta misma oficina constata que la media de los márgenes de beneficio de las empresas en el viejo continente sigue creciendo, a pesar de la concatenación de periodos de crisis que nos acosan. De hecho, las grandes compañías no dudan en hacer públicos sus generosos repartos de dividendos para exhibir músculo y hacer gala de su buena salud, a costa, eso sí, de la de los trabajadores.

Estos datos encienden una nueva luz roja en el proceso de degradación paulatina del poder adquisitivo de la clase trabajadora, agravada en los últimos tiempos por una inflación desbocada. El recorte de derechos, unas condiciones laborales que degeneran sin freno hacia espacios de esclavitud más real que virtual y la pérdida forzada de influencia de las fuerzas sindicales empujan a los trabajadores hacia el abismo de la indefensión y la pobreza.

Este perturbador panorama tiene múltiples aristas, todas ellas preocupantes. Y puede que para algunos la imposibilidad de disfrutar de unas vacaciones no sea la más alarmante, pero desde luego es la más significativa, la que pone negro sobre blanco el papel que el actual sistema socioeconómico reserva a quienes se ven obligados a  trabajar, no para vivir dignamente, sino para sobrevivir a duras penas.

Las vacaciones, en tanto que desconexión del trabajo y de la estresante cotidianidad que lo rodea, no puede ser un lujo reservado por una minoría, sino un derecho universal amparado no solo por el ámbito laboral, sino por el de la salud pública. Depresión, ansiedad, accidentes laborales... son algunos de los regalos envenenados que nos reserva una vida dedicada exclusivamente al trabajo. Una vida que no es vida.

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