Anjel Ordóñez
Anjel Ordóñez
Periodista

Bajo sospecha

Si, pese a todo, una mujer decidía acudir al juez, se veía obligada a probar de manera fehaciente que no había existido ni el más mínimo atisbo, no ya de consentimiento, sino de incitación.

Alfonso Fernández fue un toledano hijo y nieto de reyes, que a la edad de 31 años fue proclamado soberano de Castilla y de León, Andalucía, Murcia y el Algarve. A este monarca, apodado «el Sabio», la historia le atribuye dos cosas: una especial dedicación al mundo del saber y una excelente capacidad reproductora que le hizo padre de 16 hijos de 6 mujeres distintas, solo una de ellas su esposa, Violante de Aragón, con la que se casó cuando tenía 11 años y él 27.

Alfonso X fue el impulsor de "Las Siete Partidas", cuerpo normativo del siglo XIII redactado con el objetivo de conseguir una cierta uniformidad jurídica del reino. Me fijo en uno de los textos, perteneciente a la Partida VII: «Atrevimiento muy grande facen los homes que se aventurar á forzar las mugeres, mayormente quando son virgines, ó mugeres de órden o vidbas que facen buena vida en sus casas ó de sus padres». Se establecía, por lo tanto, que la violación era un delito, pero su denuncia ante la justicia era un auténtico calvario. Sobre todo, teniendo en cuenta que la sociedad medieval consideraba la condición femenina como objeto de provocación, de tentación carnal para los hombres. Si, pese a todo, una mujer decidía acudir al juez y exponer así públicamente su deshonra, se veía obligada a probar de manera fehaciente que no había existido ni el más mínimo atisbo, no ya de consentimiento, sino de incitación. Y que, por supuesto, se había resistido de modo que debía presentar «la cara rota et los cabellos et los vestidos rotos algúnd poco».

Han pasado ocho siglos. La joven que ha acusado de violación a Dani Alves ha renunciado a la remuneración económica a la que tendría derecho en caso de que el futbolista fuese condenado. Con esta decisión pretende atajar el inevitable juicio público alimentado por la fama y el dinero del acusado. «Solo quiero que se haga justicia», ha dicho. Es el precio que entiende que debe pagar para sacudirse la sospecha. Y no la juzgo por ello, pero creo firmemente que renunciar a lo que le corresponde por derecho, sea de naturaleza económica o de cualquier otra, no es hacer justicia. Está muy lejos de serlo.

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