Donald Trump está de moda. Otra vez. La semana pasada advirtió a Rusia de que la guerra con Ucrania tiene que terminar ya, aunque el discurso no acabó de quedarle claro del todo. En realidad, ni un poquito. Para empezar, trató de reunir en su propia persona los roles de policía malo y policía bueno, y mientras amenazaba con un «podemos hacerlo de la manera fácil o de la manera difícil», a renglón seguido manifestaba que «no busco hacer daño a Rusia. Amo al pueblo ruso y siempre he tenido una muy buena relación con el presidente Putin». Ni contigo ni sintigo. Y para terminar de confundir al personal, añadió unas gotas de «nunca debemos olvidar que Rusia nos ayudó a ganar la Segunda Guerra Mundial, perdiendo casi sesenta millones de vidas en el proceso».Señor Trump, no fue Rusia sino la Unión Soviética, la comunista, la que se convirtió en el principal baluarte de la victoria aliada contra Hitler. El líder nazi perdió la guerra aquel 22 de junio de 1941 en que ordenó el inicio de la operación Barbarroja, una ambiciosa campaña militar con la que pretendía ocupar en poco tiempo el vasto territorio soviético. Sesenta millones de personas dieron su vida bajo el lema «resistir es vencer», combatieron hasta la extenuación porque era su única manera de sobrevivir, porque sabían que el objetivo de los nazis nunca fue vencer, sino exterminar al temible enemigo bolchevique. Entonces, ¿quién ayudó a quien? La Unión Soviética ganó la guerra, pero los Estados Unidos escribieron la historia, eso sí, tras masacrar impunemente a cientos de miles de inocentes en Hiroshima y Nagasaki. Luego, señor Trump, vinieron décadas de Guerra Fría, la OTAN, el Macartismo, el teléfono rojo, Vietnam, la crisis de los misiles y unas cuantas vergüenzas más. En fin. Reconozco que me cuesta digerir la victoria del señor Trump en las urnas, porque no fue por los pelos (y no es un chiste). Condenado por abusos sexuales, racista, xenófobo, machista, narcisista, megalómano, autoritario... Como decía el sabio, «los cántaros, cuanto más vacíos, más ruido hacen».