En el idioma hay palabras curiosas por su significado, por su origen o por su sonoridad. El aquilón es un viento del norte, la disosmia es la dificultad para percibir los olores, un epulón es una persona que come demasiado, un figón es una tasca de baja estofa, nefelibata es una mujer soñadora y el camarlengo es el cardenal encargado de certificar la muerte del papa. Si es que hubiera muerto, claro.El actual camarlengo es el estadounidense de origen irlandés Kevin Joseph Farrell. En el hipotético caso de que el papa Francisco entregase la cuchara, Farrell se situaría en el lecho de muerte junto al cadáver y llamaría al finado por su nombre y apellidos en tres ocasiones, con un intervalo de tres minutos entre cada una de ellas. Si no respondiera, el camarlengo golpearía la frente del difunto con un martillo de plata, para certificar sin ningún lugar a la duda que nadie está fingiendo en la escena. Y, tras confirmar el fallecimiento, retiraría el Anillo del Pescador del dedo del papa y lo destruiría a martillazos junto con el sello papal, simbolizando el fin del pontificado. Ya lo he dicho en otras ocasiones, nadie como la Iglesia para organizar rituales. Qué solemnidad en la ceremonia, qué lujo en el detalle, qué maravilla de protocolo. Imbatible. Como comprenderán, el papa Francisco, que a sus 88 años lucha estos días en una cama de hospital por evitar lo peor, no quiere oír hablar ni del camarlengo ni del dichoso martillito de plata. Sin embargo, y como no podía ser de otra manera, por eso que llaman redes sociales circulan ya incontables fake news sobre el inminente deceso del santo padre. Una de las más llamativas es la teoría que relaciona su muerte con el fin del mundo. Para qué andar con medianías. Al parecer, Nostradamus predijo en «Les Prophéties» que, más o menos a estas alturas del milenio, tras la muerte de un papa anciano llegaría al Vaticano un papa negro, y con este el final de los tiempos: desastres globales, enfermedades mortales, guerras... el pack completo del apocalipsis. Yo no sé rezar, pero si ustedes saben, recen lo que sepan.