Anjel Ordóñez
Anjel Ordóñez
Periodista

Con ilusión, sin miedo

A las puertas de una nueva cita con las urnas, un agradable aroma de optimismo circula por las calles de pueblos y ciudades en Euskal Herria. A pesar de todos los pesares, la ilusión asoma muy por encima de las inevitables incertidumbres que acompañan a esta convocatoria. Es cierto que no está siendo nada fácil y que, sobre todo, los tiempos, la velocidad, quizá no son todo lo ágiles que nos gustaría, pero los avances realizados por las fuerzas soberanistas y de izquierda en el camino hacia la construcción de una nueva realidad para Euskal Herria son evidentes, sólidos.

Y, como decía, esto no es fácil. No lo es porque el ámbito de la política como sistema para definir las coordenadas sobre las que se establece y desarrolla nuestra sociedad, está cada vez más denostada a nivel global. Los derroteros por los que discurre el debate, especialmente en los medios y en las redes, se han enfangado hasta tal punto que la política ha dejado de percibirse como algo útil. De hecho, una mezcla de desánimo y hastío amenaza con alejar a la sociedad de la res publica, dejando el control de las decisiones definitivamente a merced de los grupos institucionalizados e instalados en la mayor parte de las esferas del poder. Y eso no sería sino el principio del fin.

No obstante, hablaba al comienzo de optimismo porque sinceramente creo que, en Euskal Herria, las dinámicas que deliberadamente vician el debate desde la inquina y la perversión de la historia no funcionan de la misma manera que lo hacen en Madrid. Por mucho que, incomprensiblemente, el PNV se haya subido al carro del absurdo revanchismo, la cultura acumulada durante décadas de activismo y compromiso social e ideológico hacen que, por ejemplo, falacias como la construida en torno a las listas de EH Bildu suenen a Cabalgata de las Valquirias en la arena de la emponzoñada política española, mientras que al país de los vascos solo llegan las notas de una barata opereta de enredo, con malos arreglos y peores intenciones.

Una vez más, el domingo toca llevar la contraria al romano: Cum spe, nec metu.

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