Anjel Ordóñez
Anjel Ordóñez
Periodista

Diógenes redivivo

Diógenes fue uno de los más conocidos representantes de la escuela cínica, fundada por Antístenes, que abogaba por un pensamiento crítico, subversivo y revulsivo

El síndrome de Diógenes es una patología que se caracteriza, entre otras cosas, por la tendencia incontrolable a la acumulación de objetos inservibles, una actitud de apego por lo material que pasa de ser una simple manía a convertirse en un fuerte desequilibrio emocional que termina por desconectar al enfermo de la sociedad. De forma a todas luces injusta, el síndrome toma el nombre de Diógenes de Sinope, filósofo griego que vivió en el siglo quinto antes de Cristo. No sé qué departamento de qué institución pública o privada se encarga de asignar los nombres a las enfermedades, pero el día que se ocuparon de este caso tenían prisa o muy mala baba.

Como decía, Diógenes fue uno de los más conocidos representantes de la escuela cínica, fundada por Antístenes, que abogaba por un pensamiento crítico, subversivo y revulsivo, opuesto al idealismo platónico y a la retórica convencional de la filosofía griega clásica. Una de las características de la vida de los maestros cínicos era, precisamente, el desapego por lo material y su desprecio por los convencionalismos. Diógenes vivía en la calle, en una tinaja, y sus únicas pertenencias eran un manto, un zurrón, un báculo y un cuenco. Se cuenta que un día, tras contemplar cómo un niño comía las lentejas sobre un trozo de pan y bebía agua con sus propias manos en una fuente, Diógenes se deshizo del cuenco.

El filósofo griego, lejos de ser un enfermo, poseía una extraordinaria lucidez, defendía que la vida en sociedad es un mal en sí mismo y dedicó su existencia a buscar la felicidad librándose de todo lo superfluo. George Sabine, una de las principales autoridades académicas de la ciencia política del pasado siglo, asegura que Diógenes fue «el primer ejemplo de filósofo proletario». No se conocen de forma cierta las circunstancias del fallecimiento de Diógenes, pero las leyendas sobre ella están a la altura de su propia vida. La versión popular dice que el filósofo decidió su propia muerte y, simplemente, dejó de respirar de forma voluntaria. Otros cuentan que lo mató un doloroso cólico, después de haberse comido un pulpo vivo.

En resumen, que pasados más de mil años, el poder se ha cobrado con Diógenes y los cínicos la venganza más dolorosa, la semántica. Eso, y que el pulpo ya no es alimento de proletarios.

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