Anjel Ordóñez
Anjel Ordóñez
Periodista

Russoniano

Confío en que la permeabilidad del cerebro humano al bombardeo incesante de desinformación tiene un límite

La tradicional formación de la opinión individual y colectiva a través del acceso a la información de una forma racional y analítica, basada en la lectura crítica y el contraste de juicios de valor, está siendo sustituida a gran velocidad por el consumo de contenido, especialmente imágenes, con grandes dosis de apelación a los sentimientos más básicos. Ese proceso degenerativo, en el que internet y las redes sociales juegan un papel determinante, está en la base del populismo.

Parece evidente que esta deriva no tiene vuelta atrás. Como muchas otras calamidades en los últimos tiempos, ha llegado para quedarse. La pregunta es si este nuevo modelo es intrínseca y definitivamente negativo para la evolución del pensamiento, o si la sociedad será capaz de asimilar y delimitar su impacto a unos valores asumibles, sostenibles, que garanticen un proceso saludable de creación intelectual y conformación de la opinión pública.

Cada vez que la capacidad del ser humano para superar las adversidades se pone en tela de juicio, personalmente y en general, tiendo al optimismo. Por eso, ante este reto del que hoy hablo, confío en que la permeabilidad del cerebro humano al bombardeo incesante de desinformación, tiene un límite. Que la potente ingeniería comunicativa puesta al servicio del hacking psicológico colectivo terminará finalmente por encontrarse de frente con el sentido común de una sociedad cansada de sentirse objetivo mercantil de los cada vez más indisimulados y burdos intentos de manipulación mental.

«Comunismo o libertad». Tomando como referencia los parámetros a los que hasta ahora me he referido, el lema de la derecha española para tratar de alejar de los ámbitos de decisión a las opciones menos reaccionarias del país vecino, se convierte en paradigma de la encrucijada ante la que se encuentra, en este caso, la sociedad madrileña. Y si antes decía que tiendo de manera natural al optimismo roussoniano, no es menos cierto que claudico siempre ante el peso del método empírico. Por eso, los resultados de las elecciones autonómicas del próximo 4 de mayo nos acercarán un poco más a la verdadera dimensión del problema que hoy propongo.

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