Anjel Ordóñez
Anjel Ordóñez
Periodista

Servicios mínimos

El que se ha dado en llamar «grey market» se encuentra con que el perfil de su cliente acumula mucha experiencia, muchas vivencias y recuerdos, mucho cariño... pero poco dinero.

Si hay un colectivo que ha sufrido, y lo sigue haciendo, las consecuencias de esta pandemia que se resiste a abandonar nuestras vidas, es el de las personas mayores. En general, quienes por una u otra razón, con una u otra intensidad,  tienen mermadas sus capacidades de defensa ante las adversidades, se han visto en el centro de la diana de una crisis cuyas dimensiones han sobrepasado todas las previsiones individuales y colectivas, públicas y privadas.

Dentro de este colectivo, el impacto se ha visto multiplicado para aquellos cuyo hogar es ahora una residencia. Personas cuyas necesidades de atención física y psicológica han alcanzado niveles que, en general, superan las capacidades de la mayoría de las familias. Y si algo ha destapado el devenir de la pandemia es que el sistema asistencial que da cobertura a este segmento de la población deja mucho que desear.

El notable incremento de la esperanza de vida tiene su cara y su cruz: vivimos más años, pero, en el tramo final, nos acosan las enfermedades y la falta de autonomía. Y como nada pasa inadvertido ante los ojos de la mercadotecnia, el negocio no ha tardado en ponerse en marcha. Sin embargo, en términos de rentabilidad, el que se ha dado en llamar «grey market» se encuentra con que el perfil de su cliente acumula mucha experiencia, muchas vivencias y recuerdos, mucho cariño... pero poco dinero.

Esta variable, unida a la inherente tendencia del empresariado hacia la maximización de los beneficios dibuja una ecuación financiera que, como siempre, lo primero que despeja es al personal. La semana pasada, los sindicatos ELA, LAB, CCCO y UGT convocaron una jornada de huelga y movilizaciones en Bizkaia reclamando a las instituciones que se impliquen e insten a la patronal a abordar una negociación real y con contenidos. De ello dependerá, especialmente, que el servicio que prestan sea «digno y de calidad» y que se termine con la precariedad laboral. De momento, el Gobierno de Lakua respondió con un decreto que fijaba los servicios mínimos de la huelga en el 100%. Si lo piensan, no está tan mal, porque, en general, el personal de residencias trabaja al 150% para poder cuidar a nuestros mayores.

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