España es uno de los estados con mejores cifras de criminalidad del mundo. Tomando los datos de Eurostat comparables a nivel europeo, los del 2016, España destaca como el sexto estado con menos homicidios de 39, el undécimo en robos y atracos y el decimocuarto en violencias sexuales. Solo en agresiones se sitúa más hacia el centro de la tabla, con 37 delitos por cada 100.000 habitantes, pero a años luz de los 799 del Reino Unido, los 603 de Bélgica o los 363 de Francia.
Las cifras españolas son especialmente llamativas porque no estamos hablando de un lugar con pocos problemas sociales, ni de un microestado, ni de uno de esos sitios idílicos en los que casi todo el mundo tiene rentas disparadas. Se puede discutir sobre las causas, pero la realidad es que la mayoría de los españoles no tendrá problemas de seguridad importantes en su vida pese a vivir en un lugar con gran desigualdad, atractivo para el turismo exterior, bastante fiestero y con frontera continental.
Por eso es tan llamativo que la percepción ciudadana de la seguridad vaya en dirección contraria a los datos. En la encuesta municipal de Barcelona, la inseguridad suele encabezar la lista de principales problemas y el tema de la delincuencia forma parte del menú informativo diario. Los telediarios tienen una gran incidencia, pero es evidente que las principales causas del terror son los programas matinales, verdaderos «asustabuelos» que hacen de los delitos excepcionales y morbosos la espina dorsal de su oferta.
Pero nos equivocaríamos si creyéramos que el problema de las fórmulas tipo Ana Rosa, Susanna Griso y otras similares –por cierto, algunas de estas en las televisiones públicas– es su sensacionalismo o su falta de rigor. En realidad estos programas asustan a nuestros abuelos porque a alguien le interesa que tengamos abuelos asustados. ¿A quién? A la misma extrema derecha que trata de convencerlos de que sus problemas no son el paro, los servicios públicos, las pensiones o la discriminación por sexo o color de piel, sino otras cuestiones de las que, casualmente, tienen la culpa gente aún más pobre que ellos.
Asustabuelos
Nos equivocaríamos si creyéramos que el problema de las fórmulas tipo Ana Rosa, Susanna Griso y otras similares es su sensacionalismo o su falta de rigor.
