Arturo Puente
Arturo Puente

Ayuso y la bandera de la libertad

El problema es que importa poco que el mejunje que vende Ayuso como libertad no contenga apenas trazas de libertad real

Hace un año en estas mismas páginas publiqué un texto con el titulo de “No dejéis a los fachas la bandera de la libertad”, donde alertaba sobre el riesgo que corría la izquierda al no reivindicar las libertades y derechos civiles más básicos en un momento de obligadas restricciones sanitarias. No me cito a mi mismo con intención de darme la razón sino como muestra de que cualquiera era capaz de predecir, al inicio del confinamiento, que había un caldo de cultivo idóneo para que la derecha se hiciera fuerte ahí. Un año después este es el gran tema sobre el que gira la campaña de Ayuso en Madrid.

La presidenta del PP no basa su propuesta en la libertad sino en una concepción muy concreta de la misma. Lo que Ayuso ensalza y dice defender es la noción de libertad más alejada de la igualdad, es decir la libertad de la competición, el derecho del león más rápido a comerse la gacela más débil. Lo hace además con un relato que une la identidad madrileña con esa forma de entender la vida, mediante un engaño que consiste en hacer creer que la libertad es privada y, por tanto, contraria a lo público y común.

El problema es que importa poco que el mejunje que vende Ayuso como libertad no contenga apenas trazas de libertad real. En un momento de tanta carencia de autonomía personal, cualquier placebo es apetecible. Esta es otra de las cosas que hace bien la presidenta de Madrid. Como no hay nadie que hable de libertad, ella la toma como bandera, se la apropia y hace lo que quiere con ella.

Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Qué ha pasado para que solo ella hable de libertad? Ha pasado que Ayuso, y el liberalismo conservador de Thatcher y Reagan que ella representa, ya ganó anteriormente la gran batalla por el concepto. Fijó su marco sobre la libertad e impuso que esta fuera la mejor herramienta para afianzar el domino de los poderosos. Desde los 80, la izquierda no ha sido capaz de deshacerse de ese yugo, atando fuerte el concepto de libertad al de igualdad. A partir de aquí, la pandemia solo ha sido un acelerante. Y otra oportunidad perdida.

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