Arturo Puente
Arturo Puente

De Canet de Mar a Cangues d’Onís

Es curiosa esa concepción del bilingüismo que nunca mira por ayudar a la lengua débil frente a la fuerte, sino justo lo contrario.

El sentido común es con frecuencia el refugio del poder, que es capaz de dictar qué hay qué pensar según sus intereses. El último argumento que esgrimen quienes quieren acabar con la inmersión lingüística es precisamente la apelación a la sensatez. «¿A quién le puede parecer mal que se den el 25% de las clases en castellano?», dicen, refiriéndose a un «sano bilingüismo». Al fin y al cabo, no es pedir tanto, ¿no?

Son argumentos que le entran bien a la opinión pública biempensante, al abrigo de la tolerancia y flexibilidad. El problema es que Canet de Mar, en Catalunya, no está tan lejos de Cangues d'Onís, en Asturias. Y que sabemos cómo se transforman los del sentido común en el viaje entre un sitio y otro. Aquellos que en Canet defienden un 25% de castellano, cuando pasan por Pamplona ya hablan del «derecho» de los padres a elegir (a elegir que sus hijos no sepan euskara, claro) y, para cuando llegan a los Picos de Europa le niegan al asturiano la condición de oficial. Vaya.

Es curiosa esa concepción del bilingüismo que nunca mira por ayudar a la lengua débil frente a la fuerte, sino justo lo contrario. Extraño que siempre intenten rebajar en la medida que pueden la lengua minorizada. Donde el idioma débil es menos débil piden un 25%. Donde flojea pero aún aguanta defienden privilegiar al castellano, que es la «lengua común». Y allí donde está literalmente en peligro de vida o muerte no tienen problema de meterle la última estocada, negarle la condición lengua, estigmatizarla, folklorizarla, sacarla de circulación, de la administración y de los medios, para finalmente matarla.

Esto no va de porcentajes. No se trata de bilingüismo, concepto que por cierto ya es hora de dejar de utilizar como sinónimo de diglosia. Se trata de qué sentido común es el que dicta que ante dos lenguas en desigualdad algunos se coloquen siempre del lado de la fuerte hasta ahogar la otra. Y va, en definitiva, de por qué en el Estado español hay barra libre para mermar los derechos de los hablantes de las lenguas diferentes al castellano, para quienes la cacareada igualdad nunca llega.

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