Después de ver esta semana a Elon Musk haciendo el saludo nazi (o que podría parecer nazi, o que trata de provocarnos simulando ser nazi, o con trazas de nazismo, dependiendo de la prensa que uno lea) me ha quedado bastante claro que todo va a ir a peor. Y que la culpa de lo que pase será inequívocamente de quien lo ejecute, nunca de quien lo sufra. Uno hace esta previa porque está harto de ver cómo tantas veces se culpa al oprimido de su propia opresión, cosa que me resulta de un cinismo insoportable.Pero ya que vamos a sufrir, unos más que otros, no estaría de más hacer un poco de retrospectiva para hablar de cómo hemos llegado hasta aquí. Las democracias occidentales han cometido errores y negligencias de bulto, muchas desde la izquierda y muchas más desde las posiciones de derecha democrática, que han conducido a este fin de época que hoy se nos presenta tenebroso. La principal de ellas es la redistribución económica, la generación de oportunidades. Podemos excusarnos diciendo que los desafíos eran, y aún son, difíciles, pero la realidad es que hemos fallado en aquello que los constructores del estado de bienestar tras el shock de los años 40 nos alertaron de que nunca podía fallar si queríamos evitar enfrentarnos a terribles consecuencias. La cultura de la falsa meritocracia, el abandono del objetivo de la prosperidad colectiva y la constante cesión de poder público ante la economía de las corporaciones han hecho el resto. Es importante recordar esto porque estamos en ese estadio inicial en el que quienes pretenden efectuar políticas brutales tratarán de justificarlas por los motivos más variopintos. La homosexualidad, la cultura woke, la diversidad racial, el ecologismo, la liberación femenina y hasta las drogas son el chivo expiatorio habitual de quien no quiere encarar que el ascenso de los fascismos siempre ha tenido que ver con la crueldad de las élites combinada con el hastío de un pueblo empobrecido e incapaz de imaginar un futuro para sí mismo. Quien quiera parar a los nazis, deberá dejarse de medias tintas y dar una respuesta a la altura a esa realidad.