¿Autonomía estratégica o solo armas? La opinión pública europea comienza a abrazar el furor armamentístico, empujada a golpe de «shock», tanto interno como externo. Bruselas tiene miedo, un temor legítimo, pero no sabemos si fundado. Moscú intenta dar miedo y Washington juega sus cartas para que, efectivamente, Rusia lo dé. Ahora se empieza a entender que, sin que estuviera así previsto, los Next Generation para salir de la pandemia fueron un ensayo general perfecto para el gran esfuerzo económico que quiere hacer la Unión Europea para militarizarse.Personalmente −y creo que muchos como yo–, asisto a este debate desde unos principios antimilitaristas tan sólidos como siempre, pero con más dudas que nunca sobre qué conviene hacer. Lo que sí veo claro, más allá del debate sobre el aumento de gasto en política de guerra, es que el argumento sobre el que se sostiene el rearme, que es la necesidad de la autonomía estratégica de Europa, no puede agotarse en la cuestión armamentística. Si Europa tiene prisa por emanciparse en defensa debería tener al menos la misma urgencia para obtener otras muchas independencias, igual o más importantes. La energética, la diplomática, de materias primas, etc. No soy de los que piensan que Europa es un desierto sin capacidad para salir adelante sola, pero es un hecho que lleva un siglo sin pensar en estas cosas. Un ejemplo flagrante: ¿Europa está haciendo algún esfuerzo para captar a los investigadores y científicos que están saliendo pitando de EEUU? Lo más preocupante, de hecho, no es que las instituciones europeas hayan priorizado lo militar en el camino de la autonomía. Lo medular es el problema de credibilidad. Nos rearmamos a la vez que externalizamos aún más la gestión de las fronteras europeas a amigos tan poco deseables como Turquía. Ojalá me desmienta el futuro. Pero da poco margen para el optimismo ver a Europa hablar más de armamento que de su autonomía y del necesario cambio de estrategia geopolítica.