Arturo Puente
Arturo Puente

Oportunidades perdidas

Lo peor que puede hacer una izquierda que gobierna es dejar el regusto de ser una oportunidad perdida.

Las elecciones andaluzas del año 18 fueron el principio del fin de un ciclo en la política española. Allá ocurrió la irrupción de Vox que se consolidó después, pero también fueron los últimos coletazos de una inestabilidad fructífera que había puesto en jaque la hegemonía tradicional del bipartidismo y su reparto territorial. Todo se movió entonces. Hoy, con las encuestas en la mano, parece imposible que el PSOE gobernase Andalucía 36 años seguidos y como si nunca fuera a perder.

Estos días es interesante leer lo que algunos andaluces dicen sobre su tierra. No son pocos los que explican el bandazo porque Andalucía «le ha perdido el miedo a la derecha», al ver que Moreno Bonilla tampoco ha cambiado tanto las cosas. Algunos también alertan de que una de las regiones con menos renta y menos desarrollo de Europa puede convertirse en un laboratorio de la extrema derecha. Ambas cosas son peligrosamente compatibles.

Lo peor que puede hacer una izquierda que gobierna es dejar el regusto de ser una oportunidad perdida. Esta consigna encaja en Andalucía. Alguien puede replicar, con razón, que cualquier parecido entre el PSOE andaluz y la izquierda es pura casualidad. Pero no deberíamos perder de vista que a lo largo de esos 36 años, Chaves, Griñán o Díaz representaron un anhelo legítimo de los trabajadores andaluces o, al menos, la opción menos mala. Hoy está claro que fueron oportunidades perdidas.

El ascenso de la derecha o de la extrema derecha nunca es culpa de sus víctimas. Pero, pase lo que pase este domingo, sería útil que el conjunto de las izquierdas, mucho más allá de Andalucía, pensasen en cómo se llega aquí. Cuántos errores acumulados para que una parte importante de los andaluces no vea diferencias cuando vota a los que deberían ser sus aliados o cuando se decanta por quién seguro son sus enemigos. Y que eso puede extrapolarse a cualquier institución donde la izquierda, en vez de usar la fuerza electoral para transformar, prefiere no molestar al poder para instalarse en los gobiernos, cuanto más tiempo mejor.

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