Arturo Puente
Arturo Puente

Pataleta

Puigdemont sabe que ERC no puede aceptar lo que pide tal como lo pide. La única razón por la que pone un precio imposible es que no desea poner fácil el acuerdo

No es tarea fácil repartir responsabilidades cuando se produce un no-acuerdo. En términos generales, es quien quiere algo el que debe obtenerlo y sobre el que deben recaer las culpas si no lo consigue. Si alguien busca una investidura, es él quien ha de salir a por los votos necesarios. El que presenta la ley es el que debe también reunir apoyos a favor. Señalar a tal o a cual porque no apoyó algo es perezoso y, cuando se carga de razones morales, suele volverse directamente ridículo.

Eso no descarga a la contraparte de su responsabilidad en el no-acuerdo. Este viernes se ha producido en Catalunya una investidura fallida de Pere Aragonès, después de que Junts le haya negado sus votos. La responsabilidad de conseguirlos era de ERC, sí. Junts tiene derecho a considerar que necesita más tiempo para alcanzar un mejor acuerdo, también. Pero eso no evita señalar que los de Carles Puigdemont no tenían previsto poner a sus rivales una alfombra roja al Palau ni siquiera en el caso de que estuvieran dispuestos a asumir todo su programa.

Las negociaciones entre ERC y Junts se siguen prácticamente el día después de las elecciones, es decir, más de cuarenta días. Durante este tiempo las dos formaciones apenas han avanzado nada sobre el programa de gobierno, el reparto de carteras, el diseño general de la estructura del Govern o los nombres que deben ocuparlas. Junts no ha querido pasar de una carpeta a la que llaman «unidad estratégica», con la que prácticamente piden ser ellos los que marquen las estrategia general del independentismo y de los partidos que lo forman.

Puigdemont sabe que ERC no puede aceptar lo que pide tal como lo pide. La única razón por la que pone un precio imposible es que no desea poner fácil el acuerdo. Y eso no se explica por diferencias programáticas, que las hay, sino por el resultado del 14F, que obliga a su partido a perder la presidencia. Que la digestión sea pesada es muy respetable. Pero que toda Catalunya deba esperar que a un solo hombre se le pase la pataleta para poder tener un Govern, tras más de medio año en funciones, es elocuente de los problemas internos que arrastra el independentismo catalán.

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