Belen Martinez
Belen Martinez

Depp y la paradoja de Tocqueville

Resulta obscena la sola evocación de una pretendida amenaza sobre la libertad de expresión, cuando uno se expresa públicamente

El pasado año, Christophe Girard, concejal de Cultura del Ayuntamiento de París, era obligado a dimitir, por acusaciones de abusos sexuales (asunto archivado en sede judicial, por prescripción). Se lamentaba del «clima general deletéreo de los nuevos macartismos, con el surgimiento de la cultura de la cancelación».

En el Zinemaldia, Depp, en una rueda de prensa con censura previa, sentenciaba: «la cultura de la cancelación, la rapidez en la que se juzga a todo el mundo, está contaminando el aire... Nadie está seguro, ninguno de los que estáis aquí». ¿Qué razón tenía para no creer que todos los hombres eran como Johnny?

Resulta obscena la sola evocación de una pretendida amenaza sobre la libertad de expresión, cuando uno se expresa públicamente. Me pregunto por qué la «cancel culture» es utilizada única y exclusivamente para denunciar a las militantes feministas y antirracistas, y no a quien hace uso de su privilegio –arropado y blindado–, para instrumentalizar el concepto de libertad de expresión adoptando un discurso victimista.

Ayer, las feministas escupíamos sobre Hegel y hoy, ¿sobre el Código Penal? Es el efecto Tocqueville: cuando la pasión por la igualdad es tan ardiente e insaciable, logros parciales, como la paridad o un palmarés femenino, no la detienen, sino que la avivan más aún.

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