Belen Martinez
Belen Martinez

Permiso para envejecer

No hay nada de alternativo ni de revolucionario en querer tener un falso cuerpo voluptuoso siempre veinteañero para sentirse deseada.

Existe una percepción diferente del envejecimiento de las mujeres y los hombres. El cuerpo de las mujeres está sometido a una obsolescencia programada y a una erotización creciente. A los hombres, en cambio, se les ha otorgado el privilegio de olvidarse de la edad y de ser percibidos como viejos más tardíamente. El juvenismo forma parte del sexismo.

A la poeta Anne Sexton le aterrorizaba enfrentarse a la vejez y su conclusión natural. A los 63 años, Madonna, recauchutada y planchada, compite en lozanía con su propia hija, de 25. Otras politizan la vejez, como las Gray Panthers; las habitantes de la casa de las Babayagas, en Montreuil, o Anna Freixas, la escritora feminista que quiere ser «orgullosamente vieja».

La cultura consumista-capitalista legitima una ideología neoliberal que promueve la mercantilización estereotipada de cuerpos-producto construidos para ser consumidos. Lo hace bajo la apariencia de empoderamiento feminista (mediante la autoobjetivación sexual y la adhesión libre y voluntaria a un estándar patriarcal).

Nos gobierna una economía de flujos de deseos inducidos. No hay nada de alternativo ni de revolucionario en querer tener un falso cuerpo voluptuoso siempre veinteañero para sentirse deseada. Será placer viral, pero no es ni transgresor ni feminista.

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