César Manzanos
César Manzanos

Combatir el cansancio

Toleramos la explotación, la tortura, el encierro, la miseria naturalizándolas con discursos y prácticas propios de las sociedades totalitarias.

Resulta importante identificar qué es «la sociedad del cansancio» tal como la define Byung-Chul Han con el fin de poder así –en palabras de Santiago López Petit– «politizar el malestar» inducido. Nos instalan en la insatisfacción permanente, en el miedo paralizante y en la impotencia con el fin de privarnos de la capacidad de entender cuáles son nuestros deseos e ilusiones y, como no, mercantilizar sus consecuencias. Se nos venden terapias, fármacos y toda suerte de remedios inútiles para atajar los estados de frustración, ansiedad y estrés que provoca la confusión reinante destinada a someternos. Buscan que claudiquemos y nos abandonemos en manos del poder médico, religioso, político y económico que se presentan como los salvadores y curanderos de nuestros padecimientos, y que no hacen sino mantenernos sujetados a sus intereses.

Esta estrategia de la «sociedad del control» –tal y como analizan desde una perspectiva feminista autoras como Lucrecia Vacca a partir de los debates de pensadores como Deleuze y Foucault– no es nueva, pero sí es cada vez más indiscutida y sofisticada. Las llamadas ciencias de la información y la tecnología audiovisual, propias de nuestra civilización, cada vez nos convierten con mayor intensidad en espectadores de nuestra vida, en meros fetiches del poder. Su objetivo es paralizarnos, aceptando y legitimando las barbaridades que suceden, sin capacidad de reacción. Así, toleramos la explotación, la tortura, el encierro, la miseria, naturalizándolas con discursos y prácticas propias de sociedades totalitarias, eso sí, disfrazadas con apariencias de libertad, progreso y democracia.

Ni qué decir tiene que, el impedimento fundamental para cambiar este estado de las cosas pasa por romper con estas intenciones imputadas, tanto en la vida cotidiana, como a través de la acción política. No para sobrevivir individualmente, sino para vivir colectivamente impulsando espacios donde socializar el malestar y poder realizarnos como seres con derecho a elegir nuestro propio presente.

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