Alberto Pradilla
Alberto Pradilla

Izquierda «magufa»

No sé en qué momento una parte de la izquierda abandonó el materialismo dialéctico para echarse en brazos de la superstición como mecanismo para analizar la sociedad. En lugar de abordar la realidad desde el racionalismo, desde el intento de comprender lo que nos rodea a través del método científico, preferimos aferrarnos a las explicaciones más estrambóticas. Nos hemos convertido en «magufos», neologismo resultante de unir las palabras «mago» y «ufo» (ovni en inglés), seres crédulos dispuestos a comprar cualquier teoría, cuánto más inverosímil, delirante y conspiranoica, mejor. Da igual si son los chemtrails, los tejemanejes entre el Pentágono y los reptilianos, la cura del cáncer que ocultan las farmacéuticas o la homeopatía como sustituta de la medicina. Lo importante es que la tesis desafíe todo pensamiento lógico, tenga un desarrollo circular que permita al creyente asegurar que «todo cuadra» y, si es posible, que se organice mediante una buena ración de conspiranoia.

En la era de la comunicación, hay sectores en apariencia progresistas que en vez de ilustrarse prefieren recurrir a la página web del primer chamán que encuentren y ofrezca una explicación acorde a sus prejuicios. Es una pandemia que afecta a todos los campos, desde la política hasta la salud pública. En un mundo donde supuestamente se han alcanzado grandes cotas de preparación intelectual siempre habrá personas aparentemente educadas dispuestas a atribuir a los Illuminatti el último atentado yihadista en Europa o que las víctimas de las atrocidades del ISIS recrean una coreografía grabada en algún plató de Qatar o Arabia Saudí. Del mismo modo, encontramos a quien defiende la homeopatía o las hierbas como sustitutos de la medicina, cree que las vacunas son parte de una conspiración de las farmacéuticas para promover el control mental o asegura que el cáncer puede curarse con cualquier placebo. ¿Tanta evolución para esto? 

Somos hijos de una época marcada por la incertidumbre. Todo es líquido y relativo y el mayor acceso a la información no implica más claridad si degenera en una fe insana e inexplicable. Huérfanos y aislados, sin expectativas y carentes de certezas, terminamos por someternos a la irracionalidad como bálsamo. Claro que existen las conspiraciones, que vivimos en un mundo en el que hay fuerzas que operan para sacar beneficios y que convierten la existencia en un algo más hostil e injusto. Como receta para combatirlas, hay veces en las que da la sensación de que en lugar de inspirarnos en Marx o Lenin terminamos siguiendo las indicaciones de Mulder y Scully. Lo explicaba muy bien Alberto Moyano al hablar sobre «esoterismo dialéctico». Resulta trágico pensar que ni el avance tecnológico ni la expansión de la educación sirvan como vacunas ante la superchería. El camino hacia las tinieblas también lo indican en muchas páginas web. 

 

 

 

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