Alberto Pradilla
Alberto Pradilla

Entre la peste y el cólera: mal acuerdo antes que el «Grexit»

Me la juego, aún a riesgo de que dentro de una semana se demuestre que carezco de la más absoluta intuición hacia la crisis griega. Creo que, pese a los mensajes apocalípticos que se lanzan desde Europa, Grecia no saldrá del euro. Al menos, no esta semana. Sin embargo, tampoco pienso que la cumbre del domingo traiga una solución definitiva. Es decir, nos encontramos frente a una batalla decisiva pero no ante el final de la guerra. Considero que el desenlace será un mal acuerdo para los griegos que tampoco deje con buena sensación a Alemania, donde los «halcones» están demostrando que el «Grexit» es una opción sobre la mesa. Tras consultar varias fuentes, veo probable que la Troika haga pagar caro a Alexis Tsipras la convocatoria del referéndum pero que dejará alguna puerta abierta para que el «premier» pueda vender ante sus ciudadanos cierta esperanza. Mientras, se seguirá con la guerra de trincheras. Hasta la próxima escalada. No parece que nada de lo que se acuerde en los próximos días pondrá fin al círculo vicioso de la deuda y el demente chantaje de que Atenas tenga que recibir fondos para pagar los intereses. Y sin solventar el drama de origen no se puede hablar de solución equilibrada.

La sensación en el Gobierno griego es que, por primera vez, la opción de ser expulsados de Europa se ha tomado en serio. No solo era un órdago, sino que se lo han planteado de verdad. Alemania, junto a sus socios fineses y bálticos, se ha mostrado inflexible. Por una parte, Angela Merkel tiene claro que debe «castigar» a Tsipras por la osadía de preguntar a su gente en lugar de hacerle la genuflexión. Por la otra, no hay alternativas a la ortodoxia. Por mucho que el Estado francés, que podría ejercer de contrapeso, sepa que la salida del euro de Grecia no le beneficia para nada, no está siendo capaz de plantar cara. De hecho, parece que ni siquiera EEUU tiene capacidad de influencia. Que Barack Obama haya publicado sus intentos (infructuosos) de mediación parece una muestra de que no se le escucha todo lo que le gustaría. Y él también tiene intereses, ya que Grecia es un puerto estratégico para la OTAN que podría caer en manos del temido «oso ruso» en caso de que haya portazo. 

En todo esto juega un papel clave el chantaje del BCE y los fondos que inyecta a los bancos griegos. Hasta ahora ha aplicado la técnica del «aprieta pero no ahoga», aunque cada día que pasa la soga está más tensada. Esto deja al Ejecutivo de Tsipras con poco margen de maniobra y la certeza de que necesita los fondos. Es sí o sí. Especialmente porque, salvo los sectores más a la izquierda dentro de la coalición, nadie se toma en serio lo de salir de Europa. Creen que un mal acuerdo sería mucho mejor que una expulsión y, con el 61% de apoyo en el referéndum, no solo se han ganado el aval popular, sino que han forzado a Nueva Democracia, PASOK, Anel y To Potami a colocarse al lado del primer ministro. Desde la distancia es probable que se caiga en la tentación de cuestionar el pragmatismo de Tsipras. Sin embargo, las 200.000 personas que se benefician del programa de emergencia social puesto en marcha por el actual Gobierno es probable que no piensen lo mismo. Obligado a escoger entre peste y cólera parece que en el Ejecutivo griego se extiende la idea de que habrá que agarrarse a un clavo ardiendo.

Generalmente el camino más sencillo suele ser la explicación más acertada. Tsipras ha llegado hasta donde ha podido, que no es poco, y ha abierto una ventana de oportunidad en Europa. Por desgracia le faltan aliados entre los socios y resulta terriblemente simbólico que únicamente el FMI haya lanzado un guiño admitiendo la necesidad de reestructural la deuda. Con Alemania clamando por la venganza y la opinión pública germana cada vez más convencida de la falacia de que ellos pagan para que los griegos no trabajen, es complicado creer que abogarían por una solución razonable. Al final, creo que se firmará un acuerdo duro pero que no será definitivo. Lo más dramático de todo esto es que la emergencia social, tan visible en las calles de Atenas, seguirá desangrando a Grecia. 

 

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