Koldo Campos
Koldo Campos
Memoria que respira y pan que se comparte

«... amén»

¿Es que puede explicarse esa divina oración diaria sin la presencia y la participación de la mujer? ¿Dónde está la mujer?

«En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo… amén».

Me pregunto por qué una de las más universales oraciones en la historia de la humanidad y del cristianismo, oración que se reitera todos los días en millones de casas e iglesias del mundo, prescinde de la mujer. ¿Dónde queda la madre, dónde va la hija, dónde está la mujer en la oración citada? ¿Debió ir antes del padre? ¿Después hubiera sido mejor? ¿Ni siquiera delante del Espíritu Santo?

¿Por qué esas invocaciones que honran al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo no nombran a la mujer? ¿Por qué no aparece la madre en el catálogo? ¿Es que puede explicarse esa divina oración diaria sin la presencia y la participación de la mujer? ¿Dónde está la mujer? ¿En la piadosa virtud de saber esperar, de aceptar resignarse? ¿En el temor de seguir decepcionando a quien ni la nombra ni la considera? ¿Tal vez en la costumbre del silencio, confinada detrás de siete puertas que apaguen las voces y encierren los pasos? ¿Quizás en la ventana, viendo pasar la vida por la calle? ¿Dónde está la mujer? ¿En la crónica roja, la de todos los días, otra mujer muerta, asesinada, a manos de un padre, de un hijo, de otro espíritu santo?

La mujer ni quiere ni puede seguir siendo el amén de una oración ajena.

(Preso politikoak aske)

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