Lo dicen los empresarios y lo aseguran los medios: estamos volviendo a la normalidad.
Los precios, hábilmente camuflados en las estanterías de los supermercados y armados de guarismos de largo alcance, patrullan pasillos y aparadores. Algunos precios, veteranos de otras alzas, practican desde las registradoras allanamientos en las tarjetas y bolsillos que todavía circulan, decomisando salarios de fabricación casera y esperanzas baldías.
Se ha sabido de precios que han formado piquetes y recorren empresas y negocios amenazando con violentas represalias a quienes se nieguen a especular ganancias y sumar dividendos, y turbas de impuestos y facturas, siempre encapuchadas, asedian y saquean salarios familiares cargando con todo lo que de valor encuentren, sean expectativas preciosas o confianzas en efectivo.
Persisten los recortes de distinto calibre quemando empleos en la calle y provocando disturbios en todos los balances. El precio de la luz sigue batiendo récords. Miles de personas siguen detenidas en las comisarías de la impotencia y otras han sido traducidas a audiencias y juzgados acusadas de vivir por encima de sus posibilidades.
Esta «normalidad» sigue necesitando más golpes de cordura, más embates de lucidez, más huelgas generales.
(Preso politikoak aske)
La «normalidad»
Se ha sabido de precios que han formado piquetes y recorren empresas y negocios amenazando con violentas represalias a quienes se nieguen a especular ganancias y sumar dividendos
