Fede de los Rios
Fede de los Rios

Combatir al fascio

No pareciendo la coyuntura actual proclive a la disyuntiva reforma o revolución, nunca es efectiva la apuesta nihilista de quedarse a verlas pasar. Recuperemos la vida.

Nuestro paisaje natural, el entorno donde estamos y parecemos ser, lo conforma algo tan artificial como las mercancías, ellas constituyen nuestra identidad, por ellas nos reconocemos; sin ellas no somos nada, ni siquiera deseo. La civilización de la mercancía ha ido acabando con la cultura.
 
Pero la teatralidad de nuestras vidas no nos hace actores, sino voyeurs. El espectáculo lo montan otros, los presentados como arquetipos a imitar. Nosotros, aislados espectadores, jugamos a seducir o ser seducidos siguiendo un guión aprendido desde niños. Seducción, sinónimo de engaño. Así que engañamos y nos engañan, eso sí, con gestos y posturas observados y ensayados reiterativamente en cientos de programas televisivos y en el conjunto de las redes sociales. Sintiéndonos libres y responsables de nuestra situación. Meritocracia, cultura del esfuerzo lo llaman.

Nos han creado narcisos y, en un acto de misericordia, nos dejan el zapping para el espectáculo en fragmentos que tomamos por vida, con el fin de que aburrimiento y hastío no inunden nuestra simulada existencia. La vida en power point bajo la batuta del algoritmo de turno interpretador de nuestro deseo. Somos idiotamente felices a trocitos, a imágenes, porque es imposible aguantar la película de un tirón. Todo es moda, todo pasajero y banal. El malestar es responsabilidad tuya por no ser positivo.

A este vacío existencial le corresponde una representación política al uso como Ayuso (permítanme la cacofonía, en este caso cacafonía). Los desatinos y las majaderías de la orate de Madrí marcan la campaña municipal y autonómica de todo el Estado. El fascismo no consiste tanto en impedir decir, sino en obligar a decir. Algunos asqueados optan por no votar, “ninguno me convence del todo”, inconscientes de que esa actitud dará paso a los que no les convencen en nada. No pareciendo la coyuntura actual proclive a la disyuntiva reforma o revolución, nunca es efectiva la apuesta nihilista de quedarse a verlas pasar. Recuperemos la vida.

¡A la calle y a las urnas! Y viceversa.

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